Hace varios años, por razón de sus capacidades
y ejecutorias, existe la convicción de que al Cauca le iría supremamente bien
si llegara a gobernarlo un joven honesto y académicamente estructurado para la
administración pública, desligado además de todas esas vergonzosas historias de
rapiña presupuestal y peripecias burocráticas en que el departamento naufraga.
Cuando en Popayán no se oyen cosas escabrosas
sobre lo que se ha hecho con los dineros de la salud pública, que podrían repetirse
si a los empresarios de esa rama les va bien en sus nuevas aspiraciones
electorales; o sobre los grises manejos del dinero público situado para educación;
lo que se dice y se comenta en las calles, y muy seguramente se sabe en los
salones de la gobernación, es que enormes recursos destinados a obras públicas
y al sector agrario se manejan como propios.
Se rumora que el presupuesto general del
departamento tiene inagotables válvulas de escape por dónde la platica oficial se
derrama, con notorio detrimento para la sociedad, pero con estupendos
resultados para algunas personas y empresas privadas.
Es probable que la actividad política esté
interferida por todas las mafias que hacen carrera en Colombia. Puede ser
cierto que capos de combos delincuenciales pongan, sostengan y mantengan fichas
claves en el organigrama público administrativo, y no resulta estrafalaria la
imposibilidad de evitar que eso suceda en menor escala. Pero lo que no parece
razonable ni lógico es que las comunidades, la gente, el pueblo en general se acostumbre a convalidar la notoria
proliferación de tan lesivas conductas, y que semejantes usos se propicien desde
los directorios centrales de los partidos.
Lo sucedido en el Cauca con la justa aspiración
del ingeniero Santiago Zambrano a obtener
aval de Alianza Verde, en donde las bases de esa colectividad le
reconocen virtudes y méritos, deja la amarga sensación de que los nuevos
partidos políticos, presuntos enfermeros y sanadores de dolamas que aquejan a los tradicionales, se perfilan peores
que los peores.
La opinión pública, esa fuerza analítica y pensante
que no merodea por oficinas gubernamentales ni vive del lambetazo, grupos de
ciudadanos ajenos a la parafernalia electorera, pero consientes del despilfarro
y desgreño en las finanzas, inversiones y gastos de este pobre departamento,
descartaban la posibilidad de que la maquinaria oficial comprometida con el
Campo impuesto por el Gobernador, o el funesto respaldo del negro Martínez
sumado a la mermelada del Partido de la U, que, muchos dicen, apalancan a
"Michín", pudieran vencer la verde esperanza de cambio y pulcritud
simbolizada por Zambrano.
Pues no lo dejaron avanzar. Como mulas muertas
se le atravesaron a la aspiración del ingeniero, y voces autorizadas afirman que
ni los argumentos de la senadora Claudia López, ni múltiples peticiones de respetabilísimos
militantes, fueron suficientes para convencer a don Ramón González, que dizque
es el "dueño" de Alianza Verde, para que otorgara el aval que el Cauca esperaba.
Lo sorprendente, no es tanto que se le cerrara
una ventana de ilusión al desvencijado Cauca, sino que, en Colombia, los
partidos tengan tan poderosos propietarios.
Miguel Antonio Velasco
Cuevas
Popayán, 26.07.15