sábado, 25 de octubre de 2014

¿Referendo refrendatorio?




 Los colombianos estaríamos menos intranquilos y quizá esperanzados si los trámites de esta borrosa finalización del conflicto se  adelantaran de tal manera que, con sucesivos  acuerdos de vigencia inmediata, se estructuraran espacios de convivencia verificada y estable, es decir si se impulsara sostenida política bilateral de paz.

 Es palpable que a los terroristas se les brindó en bandeja una vitrina publicitaria aprovechada con indolente malicia. Niegan ellos su condición de victimarios, no quieren reconocer el orden institucional existente, no ofrecen satisfactoria reparación para sus víctimas, reclaman más territorios de los que ya controlan, y supeditan una tentativa reinserción social a inciertos resultados de cuantiosas inversiones estatales que ellos vigilarán con las armas en la mano y gratuitas curules en el Congreso.

 Elemento  indispensable para rodear de confianza cualquier negociación entre la  sociedad colombiana constitucionalmente organizada, respetuosa de la ley y de las libertades, y un grupo marginal que abandonó el norte de las reivindicaciones populares para encadenarse en actividades criminales, es exigirle desarme absoluto, no un pasajero silenciamiento de fusiles.

 Imposible ignorar que la dinámica de las organizaciones rebeldes escaló violentamente desde ocasionales vacunas individuales a extorsiones sistemáticas del comercio organizado;  desde  esporádicas perturbaciones del tráfico vehicular  a insensato minado de importantes carreteras nacionales; desde ilegítimos impuestos sobre gramaje de alucinógenos producidos en laboratorios selváticos al control de cultivos, procesamiento y mercadeo  directo de substancias estupefacientes; desde la conminación y la amenaza personal al secuestro colectivo;  y desde el bulloso petardo publicitario al atroz y masivo atentado dinamitero.

 Si en la prolongada charla habanera se hubiera concretado el cese unilateral de actos terroristas, pocos reparos habría para que los cabecillas guerrilleros deambularan a gusto  con sus ordenes de captura y sus investigaciones en suspenso.  

 Pero desalienta y asquea que criminales perseguidos por la justicia internacional, autores indiscutibles de crímenes contra la humanidad, vayan y vengan, en perniciosa ronda de relevos, para atender allá las maquilladas formalidades de diálogos vaporosos, mientras acá ejecutan brutales  acciones armadas contra todos los estamentos sociales.

 En Colombia, hoy como ayer, los compinches de los cabecillas que rotan en Cuba siguen asesinando policías y soldados, igual minan patios de escuelas rurales o fusilan al camionero que desatiende una orden de pare,  lo mismo que antes persisten los secuestros, los daños a la infraestructura nacional y la quema de vehículos. Aumentan entre tanto las plantaciones ilícitas y nuevos reclutamientos forzados asedian a la juventud campesina.

 En tales condiciones no suena extraño que mañana hagan añicos los proyectados acuerdos que a nada los comprometen, para regresar fortalecidos a sus campamentos de minería ilegal, a ocuparse definitivamente del mercado negro de  las riquezas nacionales, actividad que ya adelantan en precisos territorios donde abundan uranio, coltán, tungsteno y oro.

 Una verdadera negociación de paz no admite escalas para efectivizar la entrega de armas. Engañan al país quienes califican parciales preacuerdos como significativos progresos hacia la paz, cuando realmente vivimos es el desfallecimiento del Estado y un paulatino sometimiento a las condiciones impuestas por la delincuencia.  

 De la controlable amenaza terrorista nos quieren trastear al incontenible imperio del terror.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 25.10.14

sábado, 18 de octubre de 2014

Ciudad, arquitectura y nombres




 Se acentúa en Popayán aguda tendencia a deformar la memoria, y desfigurar la ciudad que es la superficie material en donde reside la historia.

 En ocasiones es prudente dejar que sea la gota la que horade la roca y no forzar perforaciones a martillo y cincel.

 Se sabe sí que lo ocurrido en Popayán en 1983  fue un verdadero terremoto, no un simple temblor, que tuvo la fuerza suficiente para trasformar en segundos el perfil urbano del poblado,  y sepultar irremediablemente coloniales construcciones que adornaban  el centro histórico del que sólo subsiste la denominación.

 La joya arquitectónica desapareció para siempre, y cada día es mucho más palpable el desbarajuste auspiciado desde las curadurías, y otras agencias burocráticas que no detuvieron a tiempo fatales reformas  emprendidas por albañiles y mercachifles.

 Por añadidura ese telúrico episodio eliminó la posibilidad de lograr para Popayán la catalogación como  patrimonio arquitectónico de la humanidad,  -obviamente por substracción de materia-,  y  para colmo de males perturbó también la personalidad de los patojos, extinguió en ellos  el sentido estético y el concepto de armonía, y peor que todo,  erradicó de sus almas el respeto debido a costumbres y tradiciones que antaño los caracterizaron.

 En el centro viejo de Popayán las casas no se modificaban mucho, o se modificaban para mejorar, prueba de ello son las sobrevivientes sedes comerciales de la Caja Agraria, hoy impropiamente embadurnada como centro comercial,  y  de los bancos Cafetero y Popular, construidas en tiempos recientes muy próximos a los  del terremoto, verdaderos diseños de arquitectura que encajaron en el estilo de la ciudad histórica.

 Después del percance sísmico le han aplicado a la ciudad unos emplastos de cemento que aparatosamente riñen con el estilo antiguo y lamentablemente se divorcian de lo moderno. Son unos constructos híbridos  que deterioran la visual y aniquilan el vuelo de las musas.

 Con la desaparición de las estructuras emblemáticas se difuminaron también los nombres de los lugares. Existen hoy  varios espacios públicos que perdieron su primitiva identidad y  adquirieron nueva chapa, sin que ninguna persona o institución reclame por ello.

 Como ejemplos  pueden citarse  los de "El centro comercial Anarkos"  ahora apellidado "El Hueco";  "El parque Don Quijote"  rebautizado "Carantanta";  y  "La calle de la Viuda" pomposamente apodada "Calle de la Moneda",  seguramente para recordar excesivo robo de moneda en la construcción del inservible esperpento levantado en ella, certeramente conocido como "El cajón".

 Todo esto para decir que ojalá perdure  el popayanejo nombre de "El Morro",  que es así como humildemente los viejos liceístas distinguen ese promontorio ceremonial, desde el que diariamente se esparcen y se elevan los aromáticos espirales del "porro".

 Relatos populares insinúan que acartonados hechos históricos no se originaron como los textos narran, sino de manera mucho más liviana y divertida, y aunque es bien probable que la remilgada intelectualidad lugareña prefiera la fantasiosa elocuencia de historiógrafos, la estupenda realidad muestra que al común de los mortales les divierten más las tradiciones orales, y prefieren las embriagadoras esencias vegetales para recordar entre sus humos la incuestionable sencillez de un nombre.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 18.10.14

domingo, 12 de octubre de 2014

Prófugo de alto valor estratégico




 Si la política criminal se ejecutara verticalmente y sin dobleces, otra sería la suerte de estos ariscos territorios donde los gobernantes contribuyen a que perduren violencias y florezcan engaños.

 Las indelebles huellas de la historia siempre muestran que damos vueltas en el pantano, y somos incapaces de mirar  el horizonte en busca de señal que nos conduzca a una salida limpia de toda sospecha.

 Pocos se salvan de la presuntuosa cadena de liviandades y desmanes, confabulaciones y volteretas, negociados, corruptelas, contubernios, abusos y silencios.

 Difícil comprender la endiablada razón que incita a nuestros dirigentes a  preservar pestilencias, a cortejar tiranías, a cultivar  la maleza en lugar de quemarla.

 Repudiable que algunos congresistas pretendan silenciar e insinúen la renuncia al Ministro de Defensa, quien oportunamente nos alertó sobre las ilegítimas autorizaciones que Santos concedió al terrorista "Timochenko"  para que se mueva a sus anchas y viaje a Cuba protegido por el mandatario, como si contra el cabecilla guerrillero no existieran acciones judiciales en curso y condenas ejecutoriadas pendientes de cumplimiento.

 Con el mezquino interés de disfrazarnos la verdad, el señor Santos empuja a Colombia hacia la cofradía de países parias, pues ignora más de cien órdenes de captura vigentes, incluida la circular roja de Interpol, y los requerimientos de la justicia colombiana para que "Timochenko"  purgue penas por asesinatos, entre los que se cuentan el de un ex ministro de defensa, un ex gobernador, una ex ministra y un arzobispo. Además soslaya las decisiones de la propia Corte Penal Internacional que en 2012 condenó al citado terrorista  por reclutamiento de menores.

 Ni los negociadores del establecimiento, ni los del terrorismo, alimentan mínima intención de conducirnos al llano terreno de civilizada convivencia, progresos sociales,  productividad organizada y desarrollos industriales que generen beneficios para todos. Los hechos indican y confirman que la engañifa es carta preferida para avanzar en la consolidación de ventajas económicas, financieras, políticas y judiciales para la delincuencia, mientras a los colombianos de bien, a los eternos engañados, se nos presentan informes maquillados y flojas justificaciones que solo incrementan la desconfianza.

 El libre desplazamiento de "Timochenko" entre Venezuela y Cuba es palpable demostración de que a los cabecillas terroristas se les confirió un status político internacional que por la brutalidad de sus tradicionales acciones no merecen,   y que tampoco se han ganado durante dispersos y  dilatados diálogos en los que se menosprecian las instituciones, las víctimas y la sociedad entera.

 Tanto el presidente Santos, como "Timochenko", burlan flagrantemente el sistema judicial colombiano, porque al citado sujeto criminal no se le han suspendido las investigaciones en curso, ni se le han levantado las ordenes de captura, ni ostenta la condición de negociador plenipotenciario,  que debiera habérsele reconocido previamente, como para tener la exótica facilidad de merodear por la sede del conversatorio y regresar impunemente a su base de operaciones en territorio venezolano.     

 Peligrosa prepotencia de un régimen que rompe la equidad,  atropella la Constitución, elude sentencias judiciales,  y despista a las fuerzas armadas encargadas de capturar o dar de baja al prófugo cabecilla guerrillero.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 12.10.14

sábado, 4 de octubre de 2014

Sueños que matan




 Victor Hugo Paz Satizabal, "Paspita",  se levantó una mañana con el sueño de organizar  en Popayán la mejor feria equina de Colombia. Apilonó en su mochila, a su manera, las históricas fotografías de famosos ejemplares que pisaron la pista sonora del Coliseo Tomás Castrillón y se fue a buscar su suerte. Horas después, en el antejardín de la casa fue baleado por sicarios motorizados que le raparon el maletín donde llevaba unos pesos que había retirado en agencia bancaria cercana. Se sospecha que lo mató la delincuencia común, pero el crimen quedó impune.

 Diego García, un policía que soñaba con educar a su hijo,  y darle cualquier ayuda a sus padres de crianza, porque el destino le negó la  posibilidad de crecer con quienes lo trajeron a la vida, madrugó en un marzo moralense para ir a cumplir con el deber. Llegó a Caloto, una localidad notable en la vieja historia de Colombia, y se dispuso a escoltar el traslado del dinero que llegó en helicóptero para el Banco Agrario. En el recorrido urbano fue descuartizado por ráfagas asesinas. Hay indicios de que lo mataron conocidos terroristas, esos que ahora posan de pacifistas en Cuba, pero el crimen quedó impune.

 Chucho Cantero, un campesino corriente, madrugó hace quince días a mirar el horizonte de sus querencias y soñó que el Cauca rebozaba de posibilidades turísticas en la zona de Salvajina. Al media día recogió sus brazos como bien decían los líderes obreros de la pasada centuria, y marchó al vividero para tomar el almuerzo, pero se atragantó con una espina de pescado. En el Hospital de Morales no atendieron la urgencia y lo devolvieron a su casa. Cuatro o cinco días después, tras varia consultas sin tratamiento, remitieron el paciente a urgencias del Hospital San José  de Popayán. Ya no había nada que hacer. Chucho Cantero, con el esófago destrozado por la espina, murió amarrado a un respirador. Los médicos han dicho que murió por infección. La familia considera que la negligencia médica y el oprobioso sistema de salud lo dejaron  morir  sin atención oportuna.

 Jorge Naranjo acomodó los planos y los lápices sobre su mesa de arquitecto, le dio una mirada final a la extensa planicie de Popayán, y con el sueño de transformarla en algo distinto a lo que hoy es, con la clara idea de convertir el pueblo en ciudad, o por lo menos de darle aires de ciudad, se fue hasta Cali a concretar un negocio cualquiera.  Las ráfagas, otra vez las ráfagas asesinas, lo estaban aguardando para cercenar sus esperanzas. La Fiscalía dirá que lo mataron las bandas criminales. Los caucanos esperan que el asesinato no quede impune.

 El Fiscal General  de la Nación, con esa facha del que dice la última palabra, anuncia imperturbable que el sistema penal colombiano es incapaz de investigar, juzgar, y condenar a los evidentes asesinos de nuestros compatriotas. Que tenemos que hacernos los de la vista gorda.  Los colombianos esperamos que el Fiscal renuncie. Y que sus inútiles asesores reintegren los dineros mal ganados.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 03.10.14