domingo, 8 de junio de 2014

Las certezas de la guerra



 Retorna el cartel más grande del mundo a su eterna táctica dilatoria.

 Está demostrado que los bandidos no dejan de serlo. Ninguno abriga esperanzas de vivir en paz. La dinámica del mal trepida en ellos porque carecen de sensibilidad humana, son bestias sanguinarias, máquinas acostumbradas a matar.

 El país lo sabe porque ha vivido en el dolor  del atentado terrorista, en la angustia de los terrenos minados, en la tristeza de orfandades generadas por incontables ataques contra la fuerza pública, contra las instituciones, contra la población civil inerme que sólo cuenta con el consuelo de las lágrimas.

 Creer que "Timochenko" o cualquier heredero de "Tirofijo" lucha por una patria libre, soberana y justa no es otra cosa que solemne ingenuidad.

 Si los facinerosos que se burlan de Santos y del país entero, si los cabecillas de la barbarie atrincherados en Cuba quisieran la paz, pues ya habrían desmovilizado sus cuadrillas y silenciado sus fusiles, habrían liberado los secuestrados que mantienen en campos de concentración y reconocido los crímenes atroces que han cometido, -que indiscutiblemente seguirán cometiendo-, habrían suspendido el macabro reclutamiento de niños campesinos y efectuado las correspondientes reparaciones, y no se escudarían en el hipotético quizá, quizá, quizá, que el cínico ciego tararea con descarada perversidad e inequívoca indolencia ante sus víctimas, que somos nosotros,  la inmensa mayoría de colombianos anónimos.

 Indigna de verdad, oír de labios de nuestros verdugos que los victimarios somos nosotros.

 Como si la gente de bien, el sufrido pueblo, el que produce riqueza y labra con sus manos la tierra, el que genera desarrollo y crecimiento económico con el esfuerzo de sus brazos, el que a fuerza de honestidad y sacrificio ha construido sociedad y establecido patria, fuera el que dinamita oleoductos e incinera campesinos, el que bombardea poblaciones y asesina mujeres, el que derriba torres y redes de interconexión eléctrica, el que vuela puentes y tramos viales, el que lanza cargas explosivas contra estaciones policiales o campamentos militares, o el que impunemente justifica muertes de niños y ancianos brutalmente destrozados por detonaciones de dinamita camuflada en bosques y caminos.

 La verdad de todas esas violencias está a la vista. Colombia sabe quienes son sus autores materiales e intelectuales y sus auxiliadores. Aquí no se necesitan abstrusas elucubraciones ni exhaustivas investigaciones para señalar con certeza a los asesinos que nos asedian.

Están en La Habana y desde allá nos insultan con el destello de sus fortunas y con la amenaza de sus triunfos.  "Hemos jurado vencer ...  ¡y venceremos!. No a la entrega de las armas. No al arrodillamiento ante el gobierno. No a la rendición militar".  eso  nos lo mandan a decir, en  comunicado del 6 de junio, por intermedio del Bloque Oriental que delinque en Colombia y se refugia en Venezuela, ahora estratégicamente declarado  en rebeldía ante el "Secretariado" porque los comandantes autorizados para estar en Cuba no los representan, a los narcoguerrilleros, y porque el trabajo adelantado en dos largos años de conversaciones "es poco serio y poco creíble".

 Inmenso fracaso del presidente Santos.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 08.06.14