Retorna el cartel más grande del mundo a su eterna
táctica dilatoria.
Está demostrado que los bandidos no dejan de
serlo. Ninguno abriga esperanzas de vivir en paz. La dinámica del mal trepida en
ellos porque carecen de sensibilidad humana, son bestias sanguinarias, máquinas
acostumbradas a matar.
El país lo sabe porque ha vivido en el
dolor del atentado terrorista, en la
angustia de los terrenos minados, en la tristeza de orfandades generadas por incontables
ataques contra la fuerza pública, contra las instituciones, contra la población
civil inerme que sólo cuenta con el consuelo de las lágrimas.
Creer que "Timochenko" o cualquier
heredero de "Tirofijo" lucha por una patria libre, soberana y justa
no es otra cosa que solemne ingenuidad.
Si los facinerosos que se burlan de Santos y
del país entero, si los cabecillas de la barbarie atrincherados en Cuba quisieran
la paz, pues ya habrían desmovilizado sus cuadrillas y silenciado sus fusiles, habrían
liberado los secuestrados que mantienen en campos de concentración y reconocido
los crímenes atroces que han cometido, -que indiscutiblemente seguirán
cometiendo-, habrían suspendido el macabro reclutamiento de niños campesinos y efectuado
las correspondientes reparaciones, y no se escudarían en el hipotético quizá,
quizá, quizá, que el cínico ciego tararea con descarada perversidad e
inequívoca indolencia ante sus víctimas, que somos nosotros, la inmensa mayoría de colombianos anónimos.
Indigna de verdad, oír de labios de nuestros
verdugos que los victimarios somos nosotros.
Como si la gente de bien, el sufrido pueblo,
el que produce riqueza y labra con sus manos la tierra, el que genera
desarrollo y crecimiento económico con el esfuerzo de sus brazos, el que a
fuerza de honestidad y sacrificio ha construido sociedad y establecido patria,
fuera el que dinamita oleoductos e incinera campesinos, el que bombardea poblaciones
y asesina mujeres, el que derriba torres y redes de interconexión eléctrica, el
que vuela puentes y tramos viales, el que lanza cargas explosivas contra
estaciones policiales o campamentos militares, o el que impunemente justifica
muertes de niños y ancianos brutalmente destrozados por detonaciones de
dinamita camuflada en bosques y caminos.
La verdad de todas esas violencias está a la
vista. Colombia sabe quienes son sus autores materiales e intelectuales y sus
auxiliadores. Aquí no se necesitan abstrusas elucubraciones ni exhaustivas
investigaciones para señalar con certeza a los asesinos que nos asedian.
Están en La Habana y desde allá nos
insultan con el destello de sus fortunas y con la amenaza de sus triunfos. "Hemos jurado vencer ... ¡y venceremos!. No a la entrega de las armas.
No al arrodillamiento ante el gobierno. No a la rendición militar". eso nos lo mandan a decir, en comunicado del 6 de junio, por intermedio del
Bloque Oriental que delinque en Colombia y se refugia en Venezuela, ahora estratégicamente
declarado en rebeldía ante el
"Secretariado" porque los comandantes autorizados para estar en Cuba
no los representan, a los narcoguerrilleros, y porque el trabajo adelantado en
dos largos años de conversaciones "es poco serio y poco creíble".
Inmenso fracaso del presidente Santos.
Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 08.06.14