Pues sí, llegados al extremo del desequilibrio irreparable,
sólo queda echarse la bendición y acogerse a la protección del Altísimo, y a
una que otra descarga de suerte.
Los peligros de la claudicación ante el crimen
organizado fueron advertidos pero nadie le puso bolas al asunto, y a estas
alturas del partido, como dicen los tuertos, no hay Santa Lucía que valga. Quizá
unas bolas bien puestas puedan contribuir a equilibrar las cargas.
El indigno premio Nobel de la paz, sin frenos
ni talanqueras que lo atajen, con ánimo dañino
porque nada diferente puede pensarse de alguien seriamente sospechoso de
corrupción al interior de su círculo servil, propone extemporáneas reformas
institucionales de fondo, no se sabe bien si para distraer la galería o para
consagrarse como directo ejecutor del sueño de “Tirofijo”, pero indiscutiblemente
en contra del orden constitucional.
En correcto lenguaje fariano, para que no “haigan”
dudas, los niños que la pandilla de “Timochenko” se reserva para “ampararlos y protegerlos”, serán los grandes electores en
los próximos y sucesivos comicios cuando la novísima dirigencia nacional los
quiera convocar, ya sea para contra-reformar la Constitución a su amaño, para
ampliar mucho más los excesivos poderes del tirano, o simplemente para dejar
sin efectos las decisiones adversas que lleguen a tomar las Cortes de bolsillo, los
muecos Organismos de Control, o el castrado Congreso Nacional, cada vez que se
sospeche que estas instituciones intentan contrarrestar los inconfesables
lineamientos de mando suciamente convenidos en La Habana, si acaso a sus dignatarios
les alcanza a quedar algún asomo de dignidad para intentarlo.
Lo evidente es que, en la dictadura de Santos
y en las que sigan, no habrá obstáculos para que la saga de Marquetalia
ascienda y ejerza la primera magistratura al propio o peor estilo de la longeva
sucesión Castro, de la alcohólica dinastía Ortega, o de la madura satrapía Chávez. Los gobiernos de
facto en Colombia dejaron de ser historia antigua y un desbordante futuro se
abre para ellos. ¡La sublevación ha muerto, que viva la prostitución!
Cuando el sol le tuesta las escápulas al
régimen no resulta sano, ni altruista, ni decente, inventarse un alargue característico de
billaristas ansiosos de doblar la apuesta cuando están comiendo marrano. Tal lo
que hace Santos durante su interminable ejercicio presidencial: “marraniar” al
pueblo, burlarse de sus aspiraciones, enredar sus anhelos, desconocer sus
determinaciones, y en el último envión dejarlo a la intempesta, expuesto a la
vileza de quienes por años extorsionaron, secuestraron y asesinaron,
disfrazados ahora de mansas ovejas dispuestas siempre a reasumir su condición
lupina.
Lamentable que entre la burguesía
enchanfainada no haya voces altivas capaces de gritarle un oportuno alto a los
desmanes autoritarios, a los atropellos, a la suficiencia y arrogancia propias de este mal aconsejado jugador que, en
lugar de apostar sus propios restos, arriesga torpemente el destino nacional y empuja
la patria a fatídicos lances de los que difícilmente puede salir ilesa.
Petición al genio. Que los antitaurinos no sacien su sed de
sangre matando a taurinos. Que citen al toro. ¡Olé!.
Miguel
Antonio Velasco Cuevas
Popayán,
19.02.17