sábado, 28 de abril de 2012

Un gobernante suicida


Entre gobernantes y volatineros los hay  funámbulos y suicidas.  El  funámbulo  traza  su maestría sobre la malla y gana el aplauso a riesgo de perder poco.  El suicida juega sin malla contra la suerte para tratar de  ganarse un aplauso a riesgo de perderlo todo.

Puede suceder que la suerte impida dilapidar cuatro billones de pesos que valdría,  dicen, el temerario acto circense que acaba de anunciar el Presidente Santos.

Tradicionalmente se desconfía de los que teja en mano  salen a buscar votos.  A esa burda técnica  corrupta se le debe  oponer  una praxis socioeconómica honestamente  sustentable.

Teóricamente se anhela que los tecnócratas  expongan  proyectos viables, fundamentados en cálculos serenos, madurados durante largos ejercicios fiscales, probados a pequeña escala en distintos espacios geográficos, como para tener la esperanza de no terminar embarcados  en dolorosos fracasos financieros.

A cambio de la tronera presupuestal  prometida por el Ejecutivo, que forzosamente  dará vía libre al enriquecimiento indebido de muchos contratistas estatales, de aquellos que financian campañas para luego apropiarse de la plata pública, debiera implementarse un mecanismo  que no regale nada a nadie. Que dignifique a los desposeídos y eduque para el futuro. Debiera impulsarse, por ejemplo, un sistema de autoconstrucción, o algo parecido,  en el que el trabajo físico, real,  se viera compensado con la adjudicación del inmueble que el propio beneficiario  ayudara a construir con su esfuerzo. El trabajo conjunto de los  obreros constructores sería retribuido con la adjudicación de una parte de la obra que entre todos ayudaran a construir.

Si se trata de generar empleo, de sacar de la miseria a los más pobres, de aupar una cultura de trabajo solidario para la superación de las dificultades y de educar para producir y mejorar, nada bueno se logra por los lados de la dádiva y la concesión gratuita. Menos aún  cuando en Colombia existe largo historial de construcciones inservibles por asentarse en terrenos inundables, deleznables o insalubres, adquiridos, claro está, a precios astronómicos que sólo benefician a sus antiguos propietarios y no a los adjudicatarios del loteo.

Casas fracturadas antes de terminarlas, segundas plantas sin escaleras, y barrios enteros sin alcantarillado ni agua potable son experiencias que ya se han vivido  por cuenta de la improvisación clientelista.

El Congreso de la República, destinatario de los mensajes de urgencia, debe hacer conciencia sobre su responsabilidad social y frenar ese  estrepitoso episodio de clientelismo electoral,  auspiciado desde las altas esferas del poder y financiado con dineros públicos, que busca privilegiar las aspiraciones reeleccionistas del  Presidente Santos.

Es bien probable, altamente probable, que los compatriotas pobres y verídicamente necesitados de soluciones habitacionales, prefieran construir con sus propias manos, técnicamente dirigidos y honradamente fiscalizados,  en terrenos previamente seleccionados y acondicionados por ellos mismos,  las casas que el gobierno  pretende regalarles  en cualquier parte, de cualquier manera y a precios insospechados.

En el circo no es recomendable buscar aplausos con volatineros suicidas, como no es bueno que el gobernante compre favorabilidad con dineros oficiales. En ambos casos se pone en riesgo la permanencia del establecimiento.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, abril de 2012