sábado, 11 de mayo de 2013

Verdades necesarias




 En este país enfermo, agobiado por viejas dolencias mal tratadas y nunca curadas, cualquier  simple resfrío puede degenerar en pulmonía y hasta en paro respiratorio, de ahí que sea aconsejable exigir diagnósticos precisos que conjuren la complicación y los desenlaces fatales.

 No es raro, por  lo contrario es frecuente, oír comentarios que pueden ir más allá de elementales  sospechas, en donde de pronto se enreda una picardía, o muchas, y para nada es bueno que ellos queden allí flotando en el éter como si nadie los hubiera hecho ni oído.

 En el nutrido jaleo entre presidentes, el anterior y el actual, se ha impuesto un estilo que pone a la gente a pensar  cosas bastante torcidas.

 Superada la sorpresa y paladeada la amargura sufridas por los electores del Presidente Santos; quien efectivamente  desatendió el mandato otorgado por unas mayorías voluminosas y respetables, que por  obvias razones políticas tienen todo el derecho a reclamar y recordarle al mandatario que no hace ni cumple lo debido; se abrió espacio un pugilato verbal necesario, que se tenía que dar, porque nadie puede pretender que el silencio sea mecanismo idóneo para reivindicar ideas.

 Pero ese escenario de confrontación ideológica se enrareció y  se convirtió en gallera,  en donde predominan indirectas y palabrejas imprecisas, en las que pesa más lo encriptado que lo diáfano, y  a las que les falta la claridad característica del buen ejercicio dialéctico.

 En lugar de confundir a la concurrencia con esa catarata de mensajes telegráficos, de cuya correcta transcripción como que nadie se hace cargo, debieran decirnos la verdad monda y lironda.

 Si tenemos cáncer  pues que nos lo digan de una vez, pero que no nos dejen agonizar ignorándolo, esperando milagrosos efectos de las pócimas habaneras.

 Cuando al Presidente Juan Manuel Santos en un guayabo vallenato se le ocurrió decir que sus hijos no tienen contratos con el Estado, en socorrida alusión que el público asocia  con los hijos del doctor Álvaro Uribe Vélez, más se demoró Santos en disparar el dardo que Uribe en responder, y el puyazo fue fulminante: “Presidente Santos mis hijos no tienen negocios con el Estado ni yo soy socio de proveedores de Mindefensa. ¿Y usted?”   …

Colombia se pregunta si Santos sí es socio.

 En un momento verdaderamente crítico para la supervivencia de las democracias continentales, cuando en el vecindario se imponen dictaduras engendradas en el siglo pasado, desconcierta y preocupa que a Colombia le puedan ocurrir anacronismos similares, y que las instituciones nacionales competentes no tengan suficiente entereza para decirle al país, sin enredos ni morfina, cuáles son los brebajes que se preparan en las entrañas de palacio y  sus oficinas ministeriales.

 Mucho más urgente se torna esa necesidad de verdades, ahora, en estos días, cuando el atentado a un periodista de la revista Semana, sin muchas vueltas ni esperas, en las construcciones hipotéticas  de varios analistas, se vincula a la investigación de negociados que se cocinan en las altas esferas con proveedores del Ministerio de defensa, ojalá sin los aliños para la reelección presidencial.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, abril de 2013