No debe prosperar tendencia a fulminar peregrinas
imputaciones contra quienes protestan por encarcelamiento de figura secundaria
en el panorama político nacional.
En ejercicio de libre expresión, y en normal
desarrollo del derecho a crítica, autorizadas voces del partido Centro
Democrático dieron soporte argumental al rechazo originado por la privación de
libertad ordenada contra un hombre común y corriente, dedicado a las
actividades propias del comercio agropecuario, y no al liderazgo de masas
populares, a quien el morbo mediático le exagera el perfil.
Dentro de lo que constituye el derecho a la
defensa, es totalmente válido que un partido de oposición, el único además,
incorpore al reclamo consideraciones
extrajurídicas que mucho debieron pesar para encarcelar a Santiago, un hermanito
menor del senador Álvaro Uribe Vélez. Y también se justifica que a esa
inconformidad, legítimamente sustentada, se sume el respaldo solidario de
muchos colombianos que comparten y defienden el ideario político del ex
presidente.
Pero conocida la polémica captura -que no
sería sano revolver con lo que dicen que se habla en el pachorrudo simposio
habanero-, el pugilato en las redes sociales desbordó precisos ámbitos de
democrática controversia y natural contradicción ideológica, pues se adentró en
delicado espacio de sindicaciones contra Uribe y su familia.
El desenfocado festejo por la mala racha de los
Uribe, además resultó plagado de frases calumniosas contra la militancia
política del Centro Democrático, que también es gente del común. En algunos
episodios primó la vulgaridad, y hubo más derroche de exacerbada ignorancia que
de serena inteligencia.
Encopetados integrantes del gabinete
ministerial se tiraron a las burdas arenas del ruedo, y en desatinada reacción
lanzaron dardos que hieren los sentimientos ciudadanos, y menguan la desnutrida
aceptación popular de Santos. Aquí, como en trágicas peloteras públicas, hasta los
ministros terminaron disparándole a la radiola.
Y esos inapropiados comportamientos oficiales,
que probablemente pretendían defender al
gobierno, lo que lograron fue deslucirlo, porque la ciudadanía racional
considera que los ministros le echaron combustible
a la polarización y al enfrentamiento entre colombianos.
En medio de semejante tormenta judicial, y de
flagrante connivencia con pedagogos armados, el gobierno no debe eludir urgente
debate sobre desastres financieros y envilecimiento de la moneda nacional.
Altísimo desempleo, desplome de ventas al
exterior, desbandada de inversionistas
extranjeros, impresionante hueco fiscal, palpable vecindad de racionamiento
energético, e inocultable corrupción en Reficar, son baches de esta
administración que no pueden disimularse asimilándolos a veniales pecadillos de
imprevisión, ni tampoco con el cuentico chino sobre disminución de la pobreza.
Sabía perfectamente este gobierno que el
derroche de los fondos públicos, ostensible dilapidación del dinero de los contribuyentes,
empujaba al país por un barranco abajo; y que las mermeladas para hacerse
reelegir, para anticipar mentirosamente el postconflicto, y para exorbitante
publicidad limpiadora de imágenes, se traducirían en carestía y faltantes
alimentarios para la población, pero más importaba contratar con amigos y
familiares.
A propósito de negocios familiares, ¿encontraría el ministro Mauricio Cárdenas
los papelitos necesarios para explicar descalabros en Reficar y Ecopetrol? ...
Aunque con o sin papelitos, ya embolató su candidatura presidencial.
Miguel Antonio Velasco
Cuevas
Popayán, 04.03.16.