miércoles, 18 de mayo de 2011

El veto a los indignos.




En el extraño mundo de Subuso al que está reducida la política colombiana nadie explica el éxito arrollador de los corruptos.

Los censurados por la sociedad, los de comportamientos chuecos, los que hace pocos años llegaron ligeros de chequera a cargos públicos, y ahora muestran músculo financiero insospechado para atornillarse en el control de presupuestos y burocracia, sencillamente desconciertan.

Al ciudadano corriente, desprevenido, que no tiene recorrido en política y sólo exhibe su condición de observador ciudadano, le es imposible comprender que la indisciplina social, el desorden gubernamental, el escándalo comunitario produzcan tan excelentes rendimientos.

La vida licenciosa de tanto cínico ganador genera inquietudes y suscita interrogantes insolubles a la hora del tinto.

Sí, porque los colombianos ingenuos entrenamos dialéctica cuando nos encontramos en el café, y desde allí disparamos al arco con lo mejor de nuestro repertorio conceptual, pero así no arreglamos ni mejoramos el caótico estado de la cosa pública.

Eso sucede porque sólo opinamos en privado y no nos esforzamos por tener auditorio, en cambio los corruptos sí que lo tienen.

Nosotros tenemos la obligación de encontrar soluciones,  necesitamos poner coto a semejante desbarajuste institucional, pero, mucho cuidado, la pasividad y el silencio no consiguen votos, la disciplina pura, el ejercicio permanente del buen decir, el esfuerzo diario en el trajín de la razón, lo inasible del sentido común nos tiene domeñados, amaestrados, ejercitados en el  cumplimiento del deber electoral, aunque totalmente derrotados en la escogencia de lo que conviene a la sociedad.

En conclusión, como mansos corderos asistimos a las urnas, casi que llegamos a la mesa de votación con el tarjetón marcado, tan mal influenciados vamos que somos incapaces de marcar al correcto. A diario nos enseñan  y siempre nos recuerdan que las denuncias e investigaciones por fraudes, peculados y despilfarros atribuidos a los corruptos, son meras calumnias de la oposición.

Como actuamos de buena fe, como creemos en la sabiduría y racionalidad de la democracia, terminamos admitiendo las mentiras que nos dicen, resultamos repitiendo esas mentiras, y en el momento de votar, con nuestra propia mano metemos las mentiras en la urna.

De ninguna otra manera puede explicarse que sabiendo quienes nos roban, conociendo a los que nos engañan, teniendo identificados a los que hicieron de la política no un método para mejor gobernar, sino un mecanismo expedito para ordeñar, exprimir y vaciar las cajas oficiales, resultemos  dejando repetir a los que nunca  debieron llegar.

La estrategia es participar, la táctica es avanzar. Lo aconsejable es defender en público nuestros principios y valores, lo permitido es impedir que la vulgar caterva de falsarios infiltrada en la labor legislativa, socave la norma constitucional y enlode la dignidad del pueblo.

Impidamos la burla a los entes de control y de investigación, rechacemos el contubernio con la delincuencia y el terror.

El orden y el decoro son nuestra responsabilidad y los vamos a restablecer ejerciendo el derecho ciudadano de vetar a los indignos. Esa es nuestra tarea política durante todo el proceso electoral.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 18.05.11