domingo, 27 de abril de 2014

El santo que conocimos



Con el triunfo de Polonia sobre el Ejército Rojo llegó un largo día de gloria para la lejana Wadowice y para la Iglesia Católica.

El 18 de mayo de 1920, en un modesto apartamento situado al frente de la Iglesia del Perpetuo Socorro, mientras se entonaban las vísperas en honor a la Virgen María, nació Karol Józef Wojtyla, hijo de Edmud y Emilia.

"Lolek" el diminutivo con que Emilia llamaba a su bebé,  escuchaba los cuentos que ella le leía en el jardín después de bañarlo en una palangana.

La frágil salud de la madre la obligaba a guardar cama durante semanas enteras, tiempos en los que Edmud preparaba la comida para alimentar a Karol que regresaba de la escuela.

El 13 de abril de 1929, al terminar el recreo, su profesora se le acercó para decirle: "Tu madre murió".  Complicaciones renales y cardiacas llevaron a la tumba a la mujer que le dio la vida, y a la que años después el joven seminarista evocaría en hermosa composición poética:

"En tu blanca tumba
florecen las flores blancas de la vida.
Oh, ¿cuántos años se han ido ya
sin estar contigo? ¿Cuántos años?
En tu blanca tumba
cerrada desde hace tanto
algo parece surgir:
inexplicable como la muerte.
En tu blanca tumba,
Madre, mi fallecido amor..."

Esa pérdida temprana lo llevó a refugiarse en la oración y cuando le preguntaban por su madre el niño respondía que Dios la había llamado. Más tarde en 1932  cuando perdió a su hermano mayor, un joven médico que se contagió de escarlatina en el hospital donde trabajaba, recibió la trágica noticia con esta resignada exclamación: "Era la voluntad de Dios".

Ese muchacho que hacía pelotas de trapo para jugar futbol con su papá dentro del pequeño apartamento en que vivían, que se distinguió como excelente amigo, mejor estudiante y católico ejemplar, también sintió la saeta de cupido, y con Halina Królikiewicz, su amiga de juventud, bailaba polonesas, mazurcas, valses y tangos. Él, como cualquiera de su edad, era un muchacho de carne y hueso que no se espantó cuando los compañeros de colegio descorcharon una botella de brandy al regreso de un paseo.

El 18 de febrero de 1941, cuando llegó con el almuerzo para su padre enfermo, encontró muerto a Edmund. "No estuve presente cuando mi madre murió, no estuve presente cuando mi hermano murió, no estuve presente cuando mi padre murió" fue la llorosa queja que puso en los hombros de María Kydrynski, la amiga que en ese instante lo acompañaba.

El primero de noviembre de 1946 Wojtyla fue ordenado sacerdote tras aprobar teología con excelentes notas en la Universidad Jagellona, donde sus compañeros de estudio le tomaban el pelo por su extraordinaria devoción y le pusieron en la puerta de su cuarto una esquela que decía: "Karol Wojtyla, futuro santo".

El pasado domingo, 27 de abril, se cumplió la mística premonición de sus colegas; San Juan Pablo II, a quien vimos en Colombia, es el nuevo apoderado que tenemos ante la Corte Celestial.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 27.04.14


(Bibliografía: Su Santidad, Carl Bernstein y Marco Politi, Editorlal Norma, Colombia, 1996)

domingo, 20 de abril de 2014

¿Mentirosos nosotros?



  El candidato a reelección estuvo en Popayán pero no en el Cauca.

 Vino a tratar de recuperar clientela, a mostrarse con el Cristo al hombro, como ya es costumbre hacerlo por aquellos que quieren curul o solio, vino a pedir pichón como lo hace el pueblo raso, en el pérfido empeño de aparentarse cercano a los desposeídos.

 Pero se puso el barrote en donde no talla, al frente de las orejas y no en el hombro, porque seguramente ya no aguanta el peso del anda, ni el de sus propias culpas ante el enorme mal que ha causado al Cauca.

 Vino a decirnos que ahora sí nos va a dar algo de lo que debió darnos durante este nefasto cuatrienio de ayunos y abstinencias a que nos tiene condenados, pero no acostumbrados, porque con toda justicia el Cauca lo medirá con la vara del olvido, la misma vara que él  ha utilizado para burlarse de pequeños cafeteros y ganaderos empobrecidos, de campesinos desplazados por los narcocultivos, y de las víctimas de todas las edades y estratos sociales que durante su irresponsable experimento habanero se han multiplicado, fundamentalmente en la cordillera occidental y en la costa del Pacífico caucano.

 Todos éramos niños cuando el Incora construyó Bonanza, en Guapi, y la carretera que comunicaba la cabecera municipal  con esa granja, vía que supuestamente marcaba el hito histórico de futuro enlace entre las fértiles terrazas continentales que engendra el curso medio del río Micay con las prometedoras bahías profundas de Timbiquí o del bajo Naya, por donde  el departamento se incorporaría al comercio de cabotaje regional, y supuestamente a los mercados internacionales.

 Cincuenta largos años han pasado y seguimos allí, encallados en las promesas electoreras y los abandonos gubernamentales.

Hoy, cuando ya no existe granja y cuando la corta carretera a Bonanza desapareció bajo el voraz apetito de la manigua, nos vienen a ilusionar con esa carretera a un mar cada vez más lejano, más violento, y más ajeno, tal como nos han hipnotizado con la variante del Estanquillo, al sur de Timbío, o con la vía del Libertador que ya debiera comunicarnos limpiamente  con el Huila, el Putumayo, el Caquetá y los llanos del Yarí.

 Ni más faltaba que un departamento históricamente azotado por guerras intestinas, violencias fratricidas y narcoterrorismos consentidos por el alto gobierno piense en reelegir a su verdugo.

 El Cauca entero repudia la desfachatez del gobernante que trata de mentirosos a los caucanos, a los que quiere mostrarles una radiografía fantástica, un tanto macondiana, sobre lo que verdaderamente sucede y se vive en estos territorios retomados por las fuerzas supérstites de "Tirofijos" y "Timochenkos", a las que el gobierno central no combate, y a las que les permite desplazarse por Inzá y Belalcázar extorsionando a los contratistas de obras públicas, mientras reacomodan sus cuadros y recuperan sus bases para volver a sembrar el terror en la totalidad del departamento.

 Estuvo Santos en la resquebrajada Popayán, pero no salió a mirar las mataduras que duelen y sangran en el resto de la geografía departamental.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 20.04.14

sábado, 12 de abril de 2014

El pasado pasó



 Claro que Popayán es un recuerdo arquitectónico valioso, eso no se discute, ni se niegan las bellezas naturales puestas por el Creador para razonable disfrute de todos.

 Otra cosa es reconocer que pocos esfuerzos se hacen para amparar los espacios urbanos emblemáticos, y que todo conspira contra la integridad histórica del centro viejo, contra el vilipendiado equilibrio ambiental, y contra la espesura del paisaje cercano, que es lo que le imprime a la urbe ese envidiable carácter aldeano, ese encanto de campesina ingenua asomada al balcón de la esperanza.

 Cuando se rebusca en la memoria el viejo panorama de la Planicie payanesa, con sus robledales y sus nieblas, con sus cascadas cristalinas, con sus techumbres atestadas de musgos y cenizas, y los inmensos corredores de barandas leñosas en los que la tarde paseaba sus arreboles y las luciérnagas derrochaban sus brillos, se alcanza a percibir el metálico pulsar de liras y requintos, entre tenues aromas de guayaba y anís.

 Pero ahora la estampa no es así, el mercantilismo arrollador del que nada se  salva, que irrespeta y demuele, hace pensar en la necesidad de encontrar caminos para salvaguardar lo que queda, lo que sobró del terremoto, y lo que buenamente dejaron insolentes depredadores, quienes armados de taladros neumáticos y sierras industriales arruinaron portalones y verjas, aleros y balcones, arcos, pilastras y empedrados, ante la remunerada complacencia de quienes, por obligación legal y compromiso moral,  debieron impedirlo.

 Bueno, ya se fue lo que se fue, lo que quedó que quede y que no se abandone. Pero también es tiempo de encarar los retos del crecimiento urbano repentino, y asumir la responsabilidad de construir ciudad al ritmo de las modernas costumbres y de los nuevos usos sociales.

 Se necesitan inaplazables decisiones administrativas para la apertura y mantenimiento de nuevas calles y de ensanches viales estratégicos que descongestionen el extendido sector comercial;  la apropiación de terrenos extensos irrevocablemente destinados para construir parques, escuelas, hospitales, escenarios deportivos  y  mercados cubiertos;  la demarcación técnica de amplias franjas que obligatoriamente deban reservarse para futuros corredores vehiculares de alta velocidad; la inmediata declaratoria  de espacios de utilidad pública para diseñar puentes, retornos, zonas de parqueo, ciclovías, senderos peatonales, y áreas para conservación de bosques nativos, quebradas y humedales.

 Popayán no puede seguir  deformándose al caprichoso impulso de arrogantes empresarios que tienen suficiente dinero para evadir controles oficiales y omitir obligaciones comunitarias.

 La expansión urbana es incontenible, pero se debe regular a tiempo y con precisión para capotear la evidente rudeza de comerciantes invasivos que trasforman los andenes en parqueaderos, los  separadores viales en ventorrillos, las calzadas paralelas en compraventas de vehículos, y las áreas residenciales en zonas de bodegaje.

 Entidades nacionales, departamentales y municipales están en mora de concertar el diseño y ejecución de un plan urbanístico que permita hacer de la moderna Popayán un enclave habitacional acogedor y humanizado, que  armonice con las bondades de bosques y colinas circundantes, y con la pétrea reciedumbre del nudo montañoso que se alza entre las nubes para regalarnos el fragor del caudaloso Cauca.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 12.04.14

lunes, 7 de abril de 2014

Peñalosa presidente



 Se anticipó el resultado de las próximas elecciones presidenciales.  Era de esperarse que la candidatura preferida se conociera al concluir  el debate que renovó el Congreso, y aunque pocos imaginaron tan compleja definición en tan corto tiempo, el favoritismo popular por Peñalosa resulta arrollador.

 Las amargas  experiencias de la resurgida inseguridad nacional que se volvió a tomar las carreteras, el negativo balance en anunciadas reformas institucionales  calamitosamente sepultadas por la simiesca horda parlamentaria, el recrudecido auge de la corrupción administrativa, y el inmenso retroceso en la lucha contra cultivos ilícitos y procesamiento de narcóticos, mas el desinterés del ejecutivo frente a gravísimos problemas que merman la productividad del campo y complican la subsistencia de la agricultura lícita, agudizaron el descontento con el gobierno actual.  

 Además es ofensivo el vergonzoso compadrazgo con la dictadura venezolana, que se lo quieren embutir al país como  gran triunfo diplomático en las relaciones internacionales, mientras pretenden disimular estruendosos fracasos internos en reformas a la educación, la salud pública y  la administración de justicia, con el torpe estribillo de que queda mucho por hacer.

 También incomoda y desconcierta el pérfido otorgamiento de delicadas concesiones al más grande cartel del narcotráfico universal. La sociedad detecta y rechaza la fuerza decisoria que el bandidaje ha conquistado desde su segurísimo refugio antillano.

 No es nada sano que el interminable conversatorio habanero se pretenda interpretar oficialmente como ruta de avance hacia una paz interior cada vez más andrajosa.

 Desde ya se adivina el reciclaje de aireados frentes violentos,  que quieren copar espacios del viejo bandolerismo impunemente habilitado para dirigir la futura política nacional, e inmerecidamente autorizado para disfrutar  criminales fortunas que ahora se  legalizan al vaivén de lentas conversaciones.

 Indudablemente el gobernante  se considera fortachón y saludable, mientras los gobernados lo diagnostican enfermizo y delirante.

 Los recientes despropósitos eleccionarios, en que afloraron peligrosas fallas del  procedimiento de conteo,  y se hicieron visibles grotescos desajustes democráticos en ciertos territorios costeros donde la mermelada gubernamental obró el milagro de alcanzar alto porcentaje de elegidos con bajo potencial de electores, pusieron en evidencia la perversidad de nuestro sistema político y quizá la falta de legitimidad representativa.

 Oscuro se presenta el porvenir democrático cuando los negros, tan orgullosos de su color y de su raza, terminaron políticamente agenciados y representados por politiqueros de  caras pálidas, mientras ignotos "ñoños" se adueñaron de las curules necesarias para exigir la presidencia del Congreso de la República.

 En un país propenso a las reyertas sectarias, como tradicionalmente lo ha sido Colombia, los sucesos esbozados no constituyen un  repique de alerta,  sino un verdadero concierto de campanas sobre lo que se fragua y se puede alcanzar con la azufrada mezcla de prédicas aparentemente democráticas y prácticas políticas definitivamente licenciosas.

 Lo recomendable es luchar para impedir que los comerciantes del voto consigan hacerse al control del Estado en un tinglado de apariencias libertarias que puede terminar en catástrofe.

 La espontánea consulta que seleccionó honestamente al mejor exponente de los verdes es señal inconfundible de que Colombia elegirá a Enrique Peñalosa como próximo Presidente de la República.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 06.04.14