martes, 13 de noviembre de 2012

No va más



Parece que a los diálogos de Cuba no se llegó mediante la concertación seria de una agenda limpia, que propicie su franco agotamiento sin obstáculos ni patrañas.

Los iniciales desajustes para  que los delegados coincidieran en Oslo,  la exótica petición para que el prisionero Simón Trinidad participe físicamente, la inclusión tardía aunque no sorpresiva de la extraditable holandesa, la  distancia sideral  entre el discurso programático del doctor Humberto de La Calle y la arenga revoltosa de Márquez, más la avispada pretensión  de que a los guerrilleros, todos con procesos y condenas criminales vigentes, se les levantaran las ordenes de captura de manera  general e incondicional,  nos indican que muchos aspectos esenciales del trámite quedaron sueltos, a manera de comodines que la cuadrilla tirará sobre el mantel conforme al ritmo que su juego requiera.

Se agrega a ello la dilación de cuatro días para  abordar el primer tema, el de la tierra, afirmando la necesidad de abrirle espacios a cierta participación ciudadana.

Para decir lo menos, resulta inusual semejante indeterminación metódica en un conversatorio con tanto significado  político, porque en el previo acuerdo del método se jugaba el futuro del diálogo. No digamos que de la paz, puesto que aún es temprano para hablar de tan altruista resultado.

Si así pinta la cosa, no pinta bien, y no sería raro que a los acuerdos inicialmente bosquejados, que sólo eso serán hasta cuando todo quede acordado, se les quiera modificar en posteriores bosquejos de acuerdo sobre temas subsiguientes, y allí entraríamos, entrarían los confundidos negociadores, en una tirantez de nunca acabar, de esas que históricamente sólo se solucionaban con dictatoriales encerronas, pero que el señor Santos sólo podrá resolver parándose de la mesa.

Difícil y lamentable situación la del mandatario colombiano, que tanto predicó sobre el momento oportuno y las condiciones ideales para exhibir el mágico artilugio, su llave de la paz, que, como por artes de magia, ahora guarda un coronel venezolano.

Queda demostrado aquí el tradicional peligro de las malas compañías y las peores amistades.

El presidente de Colombia está entrampado en Cuba, en manos de quienes no debió caer, extraviado en el laberinto de sus egoísmos, sometido a las presiones de un vecindario nada confiable, con toda la carne puesta sobre un horno crematorio de donde difícilmente podrá rescatar presa buena.

Claro que los colombianos le deseamos suerte, es nuestra propia suerte la que se arriesga en esta ruleta rusa. Claro que soñamos con la paz de la que tantos hablan pero que ninguno conoce, aunque lejos están las realizaciones del deseo.

La improvisación demostrada, así nos digan que la charla se hizo extensa, nos pone en  posición de desventaja ante unos tahúres mañosos, desconsiderados y vesánicos, para quienes la cuenta del tiempo no existe, a quienes nadie espera en casa, y que sólo anhelan hacer saltar la banca para recoger toda la apuesta.

Ese destino nacional nuestro, por muchos imaginado prometedor y esplendoroso, quedó expuesto a la  compulsión enfermiza de un jugador que resolvió apostarlo todo  en una sola entrada.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán 13.11.12