domingo, 16 de octubre de 2016

Hagámonos pasito




 Desalentadores los recientes pantallazos de Santos, con ese tono soso que deja mala espina y siembra negras dudas.

 Funesto sería para el país, y para la comunidad internacional, que el Nobel de Paz urdiera triquiñuelas para burlar un mandato ciudadano mayoritario y preciso.


 Tenebroso el futuro nacional si el mandatario piensa acoger la torcida doctrina constitucional de los ministros Cristo y Holguín, quienes en el infierno de la derrota  confirieron intangibilidad a los acuerdos rechazados por el pueblo, y atribuyeron absurdas competencias decisorias a los guerrilleros, que dizque serían los facultados para enmendar lo hecho con el gobierno. Ni porque fueran tratados internacionales ratificados por el Congreso. Y si así es la cosa … apague y vámonos.

 En medio de tardíos acercamientos con la oposición, debe limpiarse de polvo y paja el discurso oficial y enfrentar los “ajustes” con ecuanimidad y entereza. Santos está obligado a respetar y hacer respetar el resultado plebiscitario en las urnas y los intereses de la sociedad que democráticamente dijo no.

 El presidente que salió con voz timbrada a recordarnos su investidura de gobernante responsable de la paz pública, atribución que nadie discutía, está en mora de rectificar sus equivocaciones sobre inminente retorno guerrillero a sanguinarias y destructivas andanzas, sobre inmisericorde escalada de terrorismo urbano que se aproximaba, y sobre ruptura de negociaciones si triunfaba el no.

 Toca rectificar la catastrófica teoría gubernamental,  y reconocer que las amenazas de guerra y terrorismo eran pura y simple caña para ablandar indecisos y levantarle votos al sí.

Es tiempo de reconocer que esa era la estrategia oficial para ganar el plebiscito, la propaganda innoble para estimular respaldos y manipular conciencias en favor de unos acuerdos no leídos ni comprendidos por la población rasa.

 Si así no lo hace el presidente Santos, aunque halla ganado premio de pacificador, pasará a la historia como el electorero mentiroso que amenazó al pueblo con violencias callejeras ajenas  si no apoyaba sus aspiraciones de legalizar, por la razón o por la fuerza, a un grupo de narcotraficantes temerosos de morir en el monte, e impacientes por disfrutar sus ilícitas fortunas en santa paz.

 Sólo a Santos se le ocurrió pensar que multimillonarios, obesos, fatigosos y prostáticos quieran regresar a unos territorios inhóspitos, a embarrarse y hacerse picar de los zancudos, cuando placenteramente pueden terminar sus días en las playas cubanas o venezolanas, o incluso en las colombianas si así lo desean, adulados por lagartos nacionales e importados que les adosan inmejorables capacidades como legisladores y estadistas.

 Alienta sí, el pronunciamiento del presidente de la Comisión de Asuntos Extranjeros del  Consejo Nacional suizo, vocero del Partido Popular, con advertencias sobre la seriedad que allá se atribuye a los resultados de las votaciones democráticas, en el interior o en el exterior, y clara insinuación sobre posibilidad de obligar al gobierno suizo a devolver la copia de los acuerdos a sus respectivos dueños.

 Poco servirá el depósito del documento ante el Departamento Federal de Asuntos Exteriores de Suiza, al que tanto vuelo jurídico quisieron darle “Timochenko” y sus arrogantes asesores.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 16.10.16