domingo, 2 de marzo de 2014

Oscuro panorama



 Las llamadas bandas criminales, que no son otra cosa que la delincuencia de siempre, a la que las autoridades transforman el nombre para poder especular con el difuso terminacho "postconflicto", que nadie sabe cuándo ni cómo ni por qué empezó, siguen aterrando y matando en campos y ciudades.

 Al desorden patrio no hay quien le ponga mano para meterlo en cintura, aunque sí para profundizarlo más.

 El ciudadano raso tiene la certeza de que en Colombia todo cambia para que todo siga igual, al estilo gatopardo.

 Un gravísimo atentado contra la población civil, en el Chocó, es asumido por el gobierno nacional como simple evento violento de diaria ocurrencia, otra vez la banda y el frente tal o cual, que  regularmente  están bien identificados por los organismos de inteligencia, son los responsables de tan inhumana fechoría, y eso es lo que llama la atención cuando alguna acción dinamitera ocurre, que siempre se sabe quienes son los autores del ilícito, pero a nadie se castiga.

 No es comprensible que si una columna de  tal guerrilla coloca una bomba lapa en la puerta del vehículo en que se transporta un personaje de la política nacional, y que si un frente de otra tal guerrilla dispara contra la caravana de otra personaje de la política nacional, y que si otro grupo de cualquier otra guerrilla atenta contra un helicóptero de la fuerza pública, o coloca un artefacto de alto poder destructivo en la escuela de Jambaló, o  mata uniformados y civiles en Inzá, o rompe las redes eléctricas de Tumaco e imposibilita el tráfico automotor entre Cali y Popayán mediante sonora voladura de puentes, y repite sus detonaciones en Pradera, y deja sin agua a Puerto Asís, y esparce el montón de cadáveres en Tarazá o en Buenaventura, se nos venga a decir que avanzan los diálogos para pedirnos los perdones, hacernos las reparaciones, y decirnos la verdad.

 En un gesto de cordura, más que de honradez porque esta viene escasa, el aspirante a reelección debiera admitir que sus condescendencias con los asesinos del pueblo no han dado ningún fruto, ni lo darán, y que es hora de acabar con este sangriento recreo en que está convertido el paisaje nacional.

 Ni más faltaba que tengamos que aguantarnos y cumplir las ordenes que alias  "Joaquín Gómez",  desde las comodidades de su campamento en "Caquetania", nos acaba de mandar con alias "Fabián Ramírez", para que a su gusto y a su estilo nos demos a la tarea de descuartizar para siempre nuestras fuerzas armadas.  Cuando es un hecho sabido que sus compinches ya han logrado encajarle fulminantes golpes al mentón de nuestra legítima defensa nacional, no resulta nada  halagador ni placentero que la propuesta del  "bloque sur" venga cargada de exigencias para tratar de demoler la institución militar constitucional.

 Que nos digan de una vez para dónde nos llevan, seguramente para un matadero igual al de la vecina Venezuela, pero que no ofendan tan groseramente la lúcida capacidad de raciocinio que aún nos queda a la enorme mayoría de colombianos.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 01.03.14