Estos irregulares climas tropicales sirven para
todo, hasta para aterciopelar comportamientos ilícitos largamente consolidados por
compadrazgos de avezados delincuentes con socarronas autoridades.
En Colombia es hecho notorio que el delito de narcotráfico,
en todas las acciones que lo estructuran, desde cultivo de plantas ilícitas hasta
exportación de sus derivados, se incrementa y consolida por insólito connubio
de ciegos que cantan boleros en Cuba con videntes que acá se hacen los ciegos,
cínicos integrantes del sistema de poder que por genética paquidermia son capaces
de atribuir el auge criminal a ingenua benevolencia meteorológica. Oído esto,
apague y vámonos. Realismo trágico además de mágico.
Y lo que faltaba. Sin saberse cómo ni cuándo, los redivivos elenos, una chusma declarada en
extinción resultó multiplicada, actuante
y amenazante, en idénticos territorios donde
obesos multimillonarios de la élite tirofijuna dejan en libertad a sus efectivos
para que hagan lo que les plazca, aliarse con otras marcas si les conviene, o mantenerse
en la propia como en Guaviare, donde quienes hacen la paz con Santos se reservan
el derecho de dejar activo el frente primero, -y otros frentes que ya se manifestarán por el resto del país-,
para nada más y nada menos que hacerle la guerra a Santos, mientras crédulos
contratistas estatales degustan las pedagógicas mieles del postconflicto. Cosas
de la historia que nos tocó vivir.
Pero los histriónicos comportamientos de la
democracia no son patrimonio de repúblicas bananeras, también en la refinada
Europa se dan lances acrobáticos: los súbditos británicos, tan flemáticos ellos,
madrugaron a votar por el si para irse de la Unión Europea, y a pocas horas del
triunfo madrugaron a marchar por el no, para no irse, aunque después del ojo
afuera no hay Santa Lucía que valga. Bien dicen que en severa política nada está escrito aunque esté
escrito, y muy seguramente tan
contradictorios episodios darán material
suficiente para que habilidosos politólogos convenzan a la humanidad que irse
era el mejor camino para quedar libres de presiones externas, aunque no irse
les hubiera servido para quedar más libres. Mejor dicho, el tema habría sido
ideal para el desaparecido Hebert Castro, amigo que era de decir, advertir y
recomendar aunque no le hicieran caso. Despelote total en la economía, en la
política, y vaya usted a saber si en la amenazada unidad del Reino Unido.
Conste que no es redundancia.
Y si por allá llueve en los Estados Unidos no
escampa. De masacre en masacre, los
actuales acontecimientos ya clasifican en las estadísticas de Robert Ripley,
pero no por lo increíble y asombroso que
resulta ver morir tantos inocentes a manos de tantos locos, sino porque la
politiquería establecida, como aquí ocurre, también intenta sacarle partido al
dolor de las víctimas y quiere hacer leña electoral con admoniciones sobre lo que
puede llegar a pasar si los votantes no se atemperan a la corrección que la
inercia del sistema reclama. ¿Frenarán a Donald John Trump con tantas señales
de peligro olímpicamente deducidas de su genial locuacidad?
El embalaje que se avecina en el imperio merece
alquilar balcón.
Miguel
Antonio Velasco Cuevas
Popayán,
09.07.16