Hieden supurantes y engusanadas mataduras en
la piel de la patria.
Cinco siglos de oprobio parecen insuficientes
en el arte de confundir para rapar.
Se solazan, "aquellas y aquellos", en
barata palabrería tecnointelectualoide de remozado estilo mamersocialistongo,
cuando impostan la voz para hablarle a la masa menesterosa, que se traga enteros
falsos favores prodigados desde altas esferas estatales.
A este pueblo famélico le montan circo pero le
roban pan. Esas élites hipercultas que dicen regalar su labor y renunciar al salario,
con las manos cundidas de excrementos, meten sus ambiciosos dedos en las fauces
laceradas de los marginados que oyen
hablar de miel pero ignoran el sabor de la burda melaza.
Supuestos benefactores del pueblo, enfundados
en linos y sedas, recorren persuasivos burocráticos despachos de la encumbrada
fauna gobiernista, para priorizar el giro de macroeconómicas partidas que
mantienen en el polvero a míseros iletrados, mientras abultan los profundos
bolsillos del especialismo. Crece la inequidad al impulso de los vivarachos.
Y el Estado, que se proclama social y de
derecho, que tiene como misión constitucional enmendar errores, proteger débiles,
equilibrar beneficios, recortar distancias y satisfacer necesidades, petulante
y displicente se aplica a profanos emprendimientos comerciales que privatizan la
justicia y la paz.
Las más augustas funciones institucionales,
intermediadas en los recintos sociales, consensuadas en las comisiones
legislativas, finalmente subastadas en confortables oficinas de la jerarquía
judicial y administrativa, se deslizan entre grises bambalinas, hacia hondos remolinos diseñados a la sombra de corruptas
organizaciones nacionales e internacionales, a las que nada duelen las humanas
angustias de comunidades que pueblan inhóspitos esteros, apartadas montañas
y barriadas hostiles.
Con las ilusiones de la plebe se hicieron una
tolda, y con el abstruso vocabulario de
las tecnologías armaron la pegajosa telaraña que entorpece la acreditación de
los mansos para acceder a futuristas laboratorios del postconflicto.
Como en búsqueda de la piedra filosofal, del
promisorio elixir de larga y placentera vida, los únicos maestros con precisas
y exclusivas competencias que en el mundo existen, "excavan en las bases
de datos" de la Fiscalía General de la Nación para destilar los sueros que
repriman y erradiquen el crimen. Responsabilidad que solo cabe a quienes
reciben "complejos reconocimientos" para hacer "cambios
institucionales"; delicado encargo
al que ..."Además de un trabajo cualitativo de análisis, agregamos
herramientas cuantitativas de las matemáticas, la econometría, la estadística y
la georreferenciación. Usamos bases de datos de satélites, algoritmos y
procesos más complejos."... ; tal como científicamente le dijo la
humildísima y doctoral Natalia a la Revista Semana, para tratar de justificar
por qué, los ilustres contratistas del régimen, cobran más de lo justo para ejecutar
tareas corrientes que pudieran hacerse con menor pompa.
Al paso que vamos, no faltará el
tecnoalquimista que, por cualquier veintemil o treintamil millones
de envilecidos billetes nacionales, se encierre a redescubrir el "unguentum armarium", milagroso medicamento
graciosamente descrito por Umberto Eco en "La isla del día de antes",
mediante el cual se curaban heridas aplicando emplastos a la espada que las
había causado mas no al cuerpo que las había recibido.
Miguel
Antonio Velasco Cuevas
Popayán,
09.08.15