domingo, 16 de agosto de 2015

Hacia el "congresito"




 Muchos colombianos  no tienen nítida conciencia del inmenso poder adquirido por esa categoría socio-política conocida como banda criminal organizada.

 Antes, en el primario desarrollo  de contiendas fratricidas para conquistar y conservar el mando, era inexistente tal categorización.

 En remotos tiempos se sabía que, hombres de valía, con un sólo gesto enardecían al populacho, y que este se ensoberbecía y se desbordaba, aunque no tanto por el impulso del verbo incandescente como por los eufóricos efectos del alcohol, pero los gobernantes no auspiciaban bandolas especializadas en manipular poderes públicos para beneficio de pocos.

 Dominaba entonces la pasión partidista, y lo que en ocasiones se reclamaba  no era más que el elemental predominio del mote, del colorido signo largamente blandido por los grupos como si de marcas genéticas se tratara. A mucho honor se era azul o rojo, pero para alcanzar el mando político, no para apadrinar, apalancar, ni entronizar el crimen.

 Entre todos se odiaban y se garroteaban, sencillamente porque no se era de un lado sino del opuesto, sin importar la idea que a la larga se defendiera en cada extremo. Unas veces los de un bando, otras los del otro, se desempeñaban en oficios y encargos estatales hasta cuando los desquiciaba un revolcón, pero eran épocas en que los derrotados iban a coger café mientras regresaba la hora de volver a la nómina.

 Terminado el Frente Nacional al que infundadamente sindican de implantar violencias, que ahora se van a historiar bajo la óptica y con la pluma de quienes más despiadadamente las ejercen, llegó el auge de indebidos tráficos en los que se hizo necesario controlar el gobierno para mejor esconder el producto de astronómicas ganancias, y para inyectarlas metódicamente en el flujo regular de mercados lícitos.

 Para semejante empeño se necesitaron empresarios del cabildeo y profesionales en la intriga, se requirieron orfebres de refinadas maneras  que se enquistaran entre la clase dirigente y se  postularan a cargos de elección popular, pero no para defender la democracia ni las instituciones, sino para burlarlas, manipular las masas, afianzar los lazos de amistad con la corrupción, y definitivamente lavar fortunas.

 A extremos se llegó en que con la persuasión de los billetes y la detonación de armas automáticas se evitaron extradiciones  de afamados y de anónimos delincuentes, y con esa misma dialéctica se  silenció  la voz de quien clamaba por el derrocamiento del régimen grotescamente impuesto.

 La absurda culminación de tantos despropósitos está a las puertas. Una banda delincuencial organizada, con el tiránico aval de quien nos gobierna, se apresta a desconocer el poder legislativo, a suplantarlo, y a revocarlo si fuere menester, para aplicarse a la liberticida empresa de travestir la Carta Constitucional que hasta ahora nos rige, con el trágico objetivo de convalidar unos acuerdos de cohabitación desde ahora rechazados por el 70% de las bases populares.

 Por zonitas de reserva quedará integrada la entidad territorial y administrativa que como República unitaria heredamos de los ejércitos patriotas, y como príncipes regentes habremos de reverenciar a quienes hicieron del asesinato un medio de lucha.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 16.08.15