No se sabía que alias "Timochenko",
el capo mayor de la más rica y sanguinaria bandola narcoterrorista, tuviera
rango de negociador en la lavandería habanera, ni que en gracia de sus
baladronadas transitara en olor de impunidad.
Y como no sabemos con quiénes es que realmente
se negocia, ni cómo se negocia, ni lo que en el fondo se negocia, pues nos pasa
lo que al buenazo que presta su carro: sospecha que le van a dar, pero no
quiere imaginarse si por delante o por detrás.
Una vez le pongan firmas al leonino convenio,
tendremos oportunidad de comprobar que,
al flamante Estado de Derecho, vulgarmente le están dando por detrás.
Si el coloquio se hubiera concentrado en los
puntos inicialmente definidos, francamente podríamos llevar meses disfrutando la
paz, que era el virtuoso objetivo, pero mafiosamente deformaron tal propósito hasta travestirlo de incierto posconflicto, confuso
y soporífero estado que nada ni nadie explica, al que sin conocerlo le confieren
plena vigencia, para poder engañar incautos y darse el gusto de dilapidar a satisfacción los recursos
nacionales.
El pestífero connubio de Santos y Montealegre da vertiginosas zancadas hacia el totalitarismo
tropical, que se nutre del trasnochado absolutismo superviviente en Cuba, con
el que ya se tiraniza a Venezuela, y orondo hace cama en Colombia y en otros países
de la región.
Porque no se trata de simple y elemental
connivencia de Presidente y Fiscal con propuestas reformistas de los combos
ilegales, tradicionalmente integrados por criminales herederos de "Tirofijo" y del
"Cura Pérez", sino manifiesto y explicito propósito de instalarlos en
el mando de esta patria adormecida y complaciente, en la que nada parece pasar
aunque la pasen por las armas.
Nunca se conoció, ni siquiera en tiempos de
dictadura, que la muy desprestigiada justicia colombiana asumiera actitud chantajista
para reducir la moral de los empresarios nacionales y
forzarlos a reverenciar el futuro Establecimiento Subversivo, que es el que nos
ofrecen, en el que regordetes camaradas, sin construir naciones ni redimir
pueblos, dictarán novedosas normas, montarán oprobiosas sentencias y ejecutarán
confiscatorias condenas, para vengarse
de quienes a mano limpia defienden sus emprendimientos industriales, sus instalaciones
agrícolas y sus entables ganaderos.
A quienes nos acusan de guerreristas, no les
reclamamos nada distinto a gestos de sinceridad, dignidad, honradez y respeto a la
Constitución y leyes de la República,
porque consideramos imposible que la concordia nazca del infame sometimiento
ante una pandilla antisocial.
Si la reciedumbre de
carácter, aprendida o heredada de nuestros mayores, vino a convertirse en
repugnantes absoluciones para quienes reclutan y esclavizan niños; en melifluas
providencias judiciales que disimulan y hasta justifican brutales masacres
terroristas; en suspensión de órdenes de captura e investigaciones penales
contra cabecillas de la delincuencia transnacional; en abandono de métodos
efectivos para disminuir el avance de cultivos ilícitos; y en permanente
concesión de groseras prebendas para aquellos que redujeron el mapa nacional a
ilimitado cementerio; pues no queda ninguna autoridad que pueda calificarnos
como extremistas enemigos de la paz.
Esto está como para comprar
pasaje. Líbrenos Dios de la paz que se avecina.
Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 17.05.15