domingo, 2 de junio de 2013

Ruidos



“Conocedores del corazón humano, aprended a conoceros mejor.”
Federico Nietzsche

 Se urden  infundios y patrañas para enredar y confundir, para engañar y alcanzar propósitos infames, para victimizarse y esculpir muñecos que las huestes famélicas puedan idolatrar.

 Megalomanía y locura deambulan de la mano. Poco faltó para que nos mostraran al difunto  Chávez ascendiendo al cielo con catafalco y todo,  -milagro nada extraño en los fantásticos enjambres del realismo caribeño-,  menos mal que el cadáver se atuvo a la ley de gravedad y  sólo consintió la telúrica danza de profanaciones teatrales, orquestada por delirantes plañideras que largamente se beneficiaron del saqueo a la riqueza nacional venezolana.

 Y antes que las masas huérfanas culminaran el duelo, en hostil arenga que mezcla el dolor del pinchazo y la conminación amenazante para que los opositores no denuncien el oprobioso régimen, se anuncia otra tragedia; el entenado predilecto del comandante ha sido apuñalado por la espalda, dentro de una  mítica conspiración que no busca derrocarlo sino conducirlo al sepulcro en cámara lenta, mediante los regios artificios del envenenamiento.

 Obvio que antes de morir, así se lo revelan los hados, gloriosamente envenenado gobernará por muchos años, aún en contra de las oligarquías continentales, y a pesar de la resistencia opositora que también hace parte del escuadrón de puñaleros infiltrados para menguar su fortaleza física y la de la patria venezolana.

 Es el mismo discurso del finado, sólo que mal repetido, porque alguna diferencia debe haber entre el conductor de masas y el chofer de buses.

 Y hasta aquí todo estaba dentro del libreto, pero lo que nadie soñó vino a saberse; ahora resultó  que los sembrados del puñalero aparecieron cundidos de cizaña, y él también es victima de una conspiración, no se sabe si para deponerlo o inocularle el suero de la verdad, para que por fin la diga antes de irse,  y nos deje saber cómo fue que comprometió el desarrollo agrícola colombiano con una mesnada intolerante y brutal, que ha forzado el  desplazamiento de millones de campesinos, que ha reclutado niños inocentes, que los ha desaparecido o los ha mutilado con el siniestro mecanismo de las minas antipersonal.

 Para que además podamos conocer la manera como hipotecó la soberanía nacional y la dignidad de la investidura presidencial, que bien desmerecidas quedan después de que el envenenado le recordara al puñalero, con dedo acusador y frases amenazantes,  que los dos saben para qué se han reunido y  a qué se han comprometido, y a la vez le prohibiera  reunirse  con Henrique Capriles,  emblemático tribuno de la oposición venezolana, a quien por todos los medios ilegales le impidieron llegar al Palacio de Miraflores,  y le  han negado el derecho de recontar los votos  realmente depositados por los venezolanos en las elecciones presidenciales del pasado abril.

 Pero lo que pasma el ánimo no es tanto la dudosa conspiración contra Santos, sino que el Presidente colombiano, alfil de la elite y  heredero material de respetable estadista latinoamericano, resulte entreverado en componendas internacionales y se deje reprender por el estafermo de los Castro.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, junio de 2013