miércoles, 30 de marzo de 2011

Lo fundamental.

El dislate de lo que ahora llaman política conduce a intonsas disputas que suelen tornarse insolubles.
Que los que se robaron el presupuesto público no fueron los del grupo gobernante sino los colados en la ingeniosa alianza propuesta por la oposición para que el oficialismo ganara gobernabilidad.
Que los problemas de los  departamentos y de los  municipios son herencia de gobiernos anteriores.
Que como los alcaldes siempre fueron del círculo de los gobernadores y no propiamente dignos representantes de sus partidos, entonces la responsabilidad no es de las colectividades políticas sino de las individualidades burocráticas.
Que afortunadamente la almendra  y la doctrina de los partidos sigue incólume porque los signados con el baldón de la corruptela no actuaron en consonancia con las directrices de sus dirigentes ni honraron la ideología de sus facciones. O que los partidos se acabaron cuando sus hombres se repartieron el poder sin pensar en sus partidos.
Que los unos y los otros son la misma cosa, porque lo que siempre ha existido es una componenda  sucia para confundir a los demás.
Y entre ese cruce de insultos e injurias, en el entrevero de calumnias y verdades, todo un  verdadero disparate público ha venido a ser una de las mas nobles y exigentes actividades del hombre sobre la tierra, el ejercicio de la autoridad y del poder, que hoy se asumen por cualquier  malandro de los de peor estopa.
Es por ello que en esta oportunidad  debemos introducir  nuestro libelo contra los políticos y contra  los partidos, dedicarnos a desenmascarar alianzas torcidas y denunciar  componendas sucias, detenernos a censurar con argumentos tanto al oficialismo como a la oposición y a los malandros.
Pero también nos debemos ocupar de reconvenir a la gente de bien, a los honrados que son muchos, a los dignos que suman multitudes, a los limpios del corazón y del bolsillo que son el resto, para que juntos le pongamos el pecho al vendaval y salgamos por campos y ciudades, por barrios y comunas, por calles, carreteras y caminos a recuperar el norte de nuestra vocación ciudadana y comunitaria.
Hay millones de ciudadanos incontaminados, de colombianos incorruptos que saben en qué consiste defender principios, consolidar valores, sublimar  ideales, participar en los procesos democráticos, y encarnar la esencia del Estado de Derecho.
A ellos los debemos convocar para que se levanten y se insubordinen contra quienes han hecho de nuestra Patria una baratija repartible.
No  nos dejemos despojar de nuestro numen social,   no permitamos que nos transformen en una mesnada ebria que sólo aspira a un frasco de alcohol y un plato de lentejas.
Hagamos causa común con ciudadanos corrientes, con empleados pulcros, con dirigentes limpios y con altos funcionarios del Estado que, sin miramientos grupistas, sin mezquindades facciosas, sin afanes distintos al  cabal cumplimiento de su propio deber, propugnan por llevar a prisión a todos esos ladrones de cuello blanco que tantos males han causado a nuestra estructura constitucional.
Esa es la ruta. Lo fundamental es derrotar la corrupción aunque en ello se nos vaya la vida.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 30.03.11