Hay unos seres humanos que, para los otros,
desean sólo lo que a ellos les gusta y les satisface. Quieren que los otros
sean y hagan como a ellos les parece que deben ser y hacer. Pero, cuidado, ellos no son arbitrarios, ni intolerantes, ni cuadriculados, ni fundamentalistas, ni
excluyentes, nada de eso, simplemente son liberales, despercudidos,
modernizantes y progres.
Observa uno que a ellos les molesta lo que los
demás piensan o dicen, se incomodan por lo que ocurre sin su consentimiento,
detestan otras formas de apreciar y valorar el universo y sus componentes, y
hasta descalifican a quienes piensan o creen que un Ser Superior es dueño, amo
y Señor de la existencia.
Se lee en los diarios que consideran
intrascendentes las aspiraciones espirituales de los otros, el sentido del
deber lo asimilan a camisa de fuerza adoptada por los amigos del militarismo o
de los radicalismos culturales y religiosos, y se desgañitan proclamando que lo
bien visto es fumar marihuana, consumir coca, libar fermentos en cantidades
industriales, copular sin freno ni medida, matricularse en amorfos movimientos
del intelecto y desprestigiar cualquier regla que provenga, se parezca o se
aproxime a los mandamientos que la Iglesia Católica predica y defiende.
A ellos, a los que no les parece adecuado
adoptar elementales reglas de disciplina espiritual, se les complica la vida
cuando sus conciudadanos defienden universales principios de contenido moral o
de inofensiva buena conducta social, se les altera el pulso y se les sube la
presión arterial cuando a otros se les ocurre repudiar el aborto delictuoso, u
oponerse a la adopción por parejas homosexuales.
Trinan de la ira, a la vieja usanza de trinar,
cuando sus amigos o conocidos se oponen a la disolución del Estado de derecho y
al fraccionamiento del territorio patrio, y llegan al extremo, ellos que no son
extremistas, de catalogar como retardatarios a quienes no comulgan con la idea
de convertir el mundo en una feria de conciencias, o a quienes reprochan el
concierto de franquicias criminales en que se quiere transformar a la Patria en
que nacimos.
Sienten que la plenitud de la existencia se centra
en el desbordamiento de todo marco, el desacato de toda norma y el atropello de
todo límite; piensan y dicen que quienes no comparten sus gustos seguramente rechazan
los deleites y posibilidades placenteras que van implícitas en la terrena
humanidad, y que tampoco disfrutan los múltiples goces con que Dios premió al
hombre y a los organismos vivos de la creación.
Sueñan que los lanzados mensajes del reggaetón
son más edificantes que los salmos del majestuoso gregoriano, y gritan que la
impecable presentación personal o los actos de reverencia frente a Dios son
grosera exteriorización de hipocresía, de esa hipocresía que ellos no padecen
porque ellos sólo reverencian lo que consideran socialmente civilizado y
liberador, así arrastren consigo las irremediables desgracias en que se
constituyen el temprano comportamiento criminal de la juventud, el creciente descuartizamiento de la familia
tradicional, y la intonsa dilución del ser en los oscuros laberintos del vicio.
Miguel Antonio Velasco
Cuevas
Popayán, 21.02.15