lunes, 30 de mayo de 2011

El vacío de las consultas.


Verdaderamente melancólicos los resultados de las consultas partidistas efectuadas  el pasado domingo en Colombia.

Es tiempo de pensar en enmiendas constitucionales  que hagan justicia a los necesitados y pongan barrera definitiva a tanto despilfarro presupuestal, que es  una de las peores vergüenzas en este país golpeado por catástrofes naturales y  corruptos desenfrenos administrativos.

Además esas consultas se tornan repudiables porque, al contrario de consolidar procesos de participación democrática, sólo sirven para afianzar y reforzar cacicazgos.

El mínimo de sentido social y responsabilidad política  que les pueda quedar a las organizaciones partidistas nacionales, reclama, como acto urgente, imponer el estilo de resolver las tensiones internas mediante asambleas abiertas exclusivamente a la participación de sus propios militantes.

El mecanismo actual, que agencia la intromisión de personas ajenas a la propia militancia de los partidos, por democrático que parezca y quieran presentarlo, no pasa de constituir perverso engranaje electorero, manipulador de opinión, que conduce a eludir el necesario debate doctrinario al interior de las colectividades.

Esas consultas que se hicieron el domingo, sin fuerza electoral, vacías de contenido, famélicas, y   ruinosas por añadidura, se constituyen en el camino más expedito para machacar los ideales y aspiraciones de quienes no comparten intereses con maquinarias artificiosamente consolidadas.

Esas consultas no son limpias, no reflejan el sentimiento y la aspiración electoral de la militancia partidista, y menguan  las estructuras ideológicas del aparato político.

Si pensamos en partidos serios y los queremos dinámicos, si aspiramos a tener y pertenecer a colectividades con vocación de honestidad, como para derrotar la corrupción y eliminar las costosas triquiñuelas de la contratación pública, si anhelamos caminos de solidaridad, desarrollo social y progreso efectivo de las comunidades marginadas, si tenemos interés de luchar por nuestro pueblos, por nuestras gentes, por nuestra sociedad total; necesitamos enfilar la gesta política hacia procesos de selección transparente, en los que no haya espacio para vulgares componendas, como esas que buscan turnar clientela en cargos donde se manejan contratos y  se controlan presupuestos.

Los resultados de Popayán llaman a la reflexión seria y convocan a desechar la suficiencia, porque esa mayoría  que hizo la escogencia del candidato conservador a la alcaldía de Popayán,  no representa sino un ínfimo porcentaje  de potenciales electores.

En tales condiciones, con los guarismos alcanzados en la consulta,  simplemente se  garantiza la participación del conservatismo con candidato único, pero quedan enredadas las posibilidades de triunfo electoral en las elecciones de octubre.

Elemental ejercicio matemático, desarrollado sobre el informe global de abstención, emitido por la Registraduría Nacional, que es nuestro organismo legal  de conteo y verificación electoral, nos hace concluir que una abstención del 97%, aparte de preocupar en cualquier democracia medianamente estable, prende las alarmas de  partidos y movimientos políticos que únicamente movilizan el insignificante  3% de sus electores.

Mucho anda mal en la democracia colombiana, pero las consultas internas de los partidos, tal como están,  son el más inquietante de los elementos perturbadores.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 30.05.11

sábado, 28 de mayo de 2011

La verdad.



Complejo el tema, aunque justamente lo que nos proponemos no es la crítica filosófica de la verdad, sino decir que la verdad incontrastable, la que aparece limpia a los ojos de la sociedad,  no pierde su esencia aunque la declaren ilegal, ni necesita los avales de las izquierdas, ni de la Corte Suprema de Justicia.

Qué alboroto  armó  la Sala Penal, al quitarle valor probatorio judicial a la  prueba física de los nexos que cierta clase política ha mantenido con las Farc, poco  faltó  para decirnos que Reyes no es Reyes, Chávez no es Chávez, Correa no es Correa y Teodora no es Teodora.

Estratégicamente las izquierdas se autoproclaman únicas depositarias de algunos elementos jurídicos que estructuran nuestro Estado de Derecho.

Les parece que el discurso teórico y el ejercicio práctico de Derechos Humanos, Paz, Democracia,  Progreso y Verdad  son patrimonio exclusivo de las izquierdas.

Pero curiosamente una verdadera verdad,  los datos en discos duros, archivos, memorias, documentos word  y toda esa parafernalia  informática de última  tecnología, extraída de los computadores incautados en el operativo militar que puso fin a la carrera delictiva de alias Raúl Reyes, amenaza quedarse sin la defensa de las izquierdas.

Todas esas revelaciones, sea que les hayan respetado o no la cadena de custodia, resulten admitidas o rechazadas como pruebas judiciales, acéptenlas  o táchenlas las personas allí mencionadas, todas ellas son la verdad monda y lironda.


Judicialmente el viejo truco de negar hasta morir hizo carrera, y por ese camino  triunfó la anticipada estrategia de Piedad, consistente en decir que las pruebas contenidas en los computadores de Reyes son ilícitas. Truco y estrategia encontraron eco entre los magistrados de nuestro máximo Tribunal.

Así,  por cuenta de la Sala Penal, estamos ante el más claro y moderno antecedente de cinismo judicial.

Exigencia completamente irracional, impúdica, ajena al rigor y a las contingencias  del combate, es esa de pretender que un escuadrón de asalto, físicamente entrenado para ejecutar una operación antiterrorista en pocos segundos, corra el más alto riesgo de morir  y, en guarda de las formas procesales, se detenga a tomar medidas, elaborar actas,  recoger firmas y fijar detalles fotográficos de la escena,  para entregar ese acopio documental a jueces extranjeros que, con el correr de los años, las mutilaciones  y las trabas, se dignen enviárnoslo como cooperación probatoria internacional, cuando ese es un trofeo de guerra que directamente nos pertenece, porque nuestros valerosos combatientes lo incautaron en el campamento ilegal de la delincuencia internacional organizada.

Por fortuna los integrantes de ese escuadrón no se pusieron a levantar el acta de registro que la Corte Suprema de Justicia está pidiendo. Si nuestros soldados, para salvaguardar los intereses procesales de las izquierdas, y no nuestro legítimo derecho a la seguridad nacional,  se hubieran detenido a cumplir el formalismo reclamado por la Corte, nos habríamos quedado sin escuadrón,  sin noticia, sin prueba y sin verdad.

Desconcertante que se quiera torcer el cuello a los hechos transformando en diligencia judicial un operativo de defensa nacional y que, en devaneos con la delincuencia,  coronemos nuestra  justicia como rey de burlas.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 28.05.11

martes, 24 de mayo de 2011

La disolución del Cauca.



Bajo el amparo del majestuoso Puracé, desde su cima excelsa, divisó el conquistador un  paraíso que Dios creó para la convivencia.

La imponente planicie, que entre nubes avanza desde la abrupta  pendiente de Coconuco hacia las riveras bajas de Munchique  y Pico de Aguila, se entregó generosa a los protagonistas de la historia, para que hicieran de ella una campiña de prosperidad, y no un nido de codicia agenciado por vesánicos aventureros que todo lo mancillan y pervierten.

Hambre, lujuria y poder se concitan ahora en las vertientes del caudaloso Cauca,  y  a paso largo nos hundimos en la degradación, el estropicio y la violencia.

Desde siempre, incesantes rumores  de batallas, bizarras unas y demenciales otras, tejieron un manto de hombría y autoridad, de valentía y patriotismo, de honor y ardentía para conservar un territorio que fue extenso, pero también para  cultivar valores de libertad, principios de orden e ideales de paz.

Caldas y Torres, Obando y Arboleda, Mosquera y López, son figuras señeras de la vida nacional que con virtudes y falencias, con aciertos y equivocaciones, con brillos de sublimidad y lastres de humanidad marcaron un rumbo que tenemos perdido.

La altiplanicie de Popayán,  epicentro primordial del Gran Cauca, cuna de Próceres y troquel de gobernantes, se nos escapa entre los dedos y se diluye en mares que no nos pertenecen.

Carteles y bandolas se reparten ahora los territorios ancestrales de un departamento que tuvo la inteligencia como escudo, la dialéctica como bandera, y el trabajo honrado como instrumento eficaz para impulsar progreso.

Delincuencia organizada, frentes guerrilleros, reductos paramilitares, bandas emergentes, y criminales de la peor laya se confunden y camuflan entre campesinos, comerciantes, líderes sociales y servidores públicos para urdir y tramar la disolución del departamento y la ruina de la sociedad limpia.

El pavoroso espectáculo nacional de rapaces funcionario oficiales aliados con agentes de corruptas empresas particulares, para escamotear los dineros de la salud, saquear las arcas de obras públicas, alzarse los fondos destinados a indemnizar víctimas de la violencia, cargarse los recursos de la educación y montar fachadas financieras para darle apariencias de legalidad a ruines componendas, está perfectamente replicado al interior de nuestras fronteras departamentales.

Pequeños presupuestos de municipios pobres y grandes flujos de dineros oficiales que debieron aplicarse al saneamiento sanitario, a la electrificación rural, a la apertura, mejoramiento y sostenimiento de vías que faciliten el transporte de productos agrícolas hacia los centros de consumo, han sido mañosamente despilfarrados y astutamente convertidos en dineros de bolsillo que nunca retornarán a las cuentas públicas.

Ad portas de finalizar sus mandatos, pocos administradores públicos caucanos  pueden mostrar obras físicas, construcciones reales, inversiones palpables que guarden equivalencia con el monto de los dineros  girados desde sus tesorerías, aunque repletos van los sacos de sus ignotos testaferros, y de esos modernos financieros de la política que con dinero ilícito impulsan campañas electorales.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 17.05.11

No queremos más negocios con bandidos.


En Colombia no terminamos de escribir una versión de historia patria,  cuando aparece otra que la quiere corregir, aunque todos sabemos que  ella es incorregible.

Cada día se gestan nuevos episodios históricos que complican su interpretación, nunca  hecha desde el mismo  ángulo ni con los mismos lentes.

Pero ni así es aceptable que el que manda mande aunque mande mal.

Es doloroso, incomprensible para no ser trágicos, que el pueblo otorgue mandatos para mandar bien, y los mandatarios resuelvan mandar mal.

Los colombianos casi todos, con algunas  excepciones, nos volcamos a las urnas en las  últimas presidenciales, para entregarle a Santos,  contra la voluntad de Chávez y Correa, las banderas de la seguridad y de la lucha contra la delincuencia organizada.

Pero, a poco andar, los de la fiesta han sido aquellos que no votaron por Santos, y los inicialmente contrariados con su  elección como Presidente de Colombia.

Razonable que se perturben nuestros sentidos, nos duelan las rodillas y nos  queramos amputar la mano con que marcamos el tarjetón, si es que recordamos el aparente triunfo electoral  en que dejamos temblando a Mockus.

Votamos porque quisimos, a nada nos obligaron, pero qué equivocación.

Teníamos guerrilla sí, siempre la hemos tenido, y la teníamos al filo del suicidio,  pero hasta hoy ningún guerrillero se ha  suicidado.

Jojoy, gracias a viejas operaciones de inteligencia y acorralamiento que tenían su propia dinámica militar,  terminó  aplastado en la madriguera y no se murió diabético como parecía ser su sino, y con eso tuvimos la mejor de todas las alegrías.

Pero nos quedamos esperando el resto, y nos quedaremos esperando, gracias a los buenos oficios de la astuta Piedad que, con coordenadas falsas, contribuyó para que Cano burlara el cerco militar que las fuerzas de Uribe le habían tendido en el Cañón de las Hermosas.

Ahora los enemigos declarados de Colombia y de sus instituciones vuelven a ser las fuerzas oscuras, que creíamos muertas y sepultadas, pero siguen vivitas sosteniendo el freno de mano sobre las tropas oficiales, y vendiéndonos el cuento de la paz por los caminos de la reconciliación.

Cómo cambia la gente de un agosto a otro.

Las preguntas que nos hacemos los colombianos son: ¿con quién nos vamos a reconciliar? y ¿con quién vamos a rubricar la paz?

Anticipadamente sabemos que no será con la Farc, ni con toda esa estructura criminal de narcotraficantes enriquecidos  desde mucho antes del Caguán.

Tantos y tan variados intentos, para  que depongan las armas y nos permitan vivir en paz, nos enseñan que las Farc no detienen la inercia de guerra, engaño y bandidaje. No son sus cabecillas los que van a entregar cuentas en dólares, cultivos, laboratorios y rutas.

Los colombianos no queremos más negocios con bandidos. Ellos no se entregan por amor a una patria que no tienen.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 24.05.11

sábado, 21 de mayo de 2011

La profecía maya.



El mundo material no existe, el mundo es una invención del diccionario que  nunca dejará de existir. Pero sólo eso, una palabra perdurable que todos oyen y nadie palpa.

Si hoy, cuando  estamos ante el umbral finito de la desaparición y la nada,  tomamos el minuto necesario para mirar la huella que pudimos labrar con nuestros atributos y nuestras vergüenzas, antes que conmovernos o aterrarnos, sorprendidos veremos la lisa pizarra del tiempo, tirada allí, en el profuso espacio que nunca tuvimos oportunidad de llenar ni poseer.

Anhelosos, trepidantes, confusos, perdidos, vagabundos transeúntes escuetos de razón, en demencial delirio sentimos brutal capacidad de transformar, de signar, de  subsistir tatuados en una extensa piel de barro y roca.

La engañosa experiencia nos habla de lugares y gentes, olores y sabores, ruidos y sonidos, tempestades y calmas.

Pero henos aquí, diminutos, inaprensibles, transparentes. No vamos, no venimos, no somos, no fuimos.

Curiosa profecía nos atormenta, livianos, etéreos, frágiles, dúctiles, volubles, ingenuos auscultamos la cavidad universal en afán de contenerla cuando, si acaso, seremos contenido.

Ni recuerdo seremos, galácticas substancias estalladas en la profunda noche del pasado nos llenan de esperanza, curiosos, divertidos, asombrados salimos a la brisa y con ojos ajenos presenciamos el  falso resplandor de estrellas extinguidas, y juramos amor con ellas por testigos. El mundo es eso...


Febril sonaja, apagado destello,
reseca lágrima, sonata inadvertida,
compendio de dolor,
ausente trazo que
desde el caos nos trae hasta la vida
y nos regresa al caos, sonda perdida.

¿Estaremos aquí? ...
¿Seremos piel, o mísero sudor de cuerpos idos?
Arrogancia no más, sólo eso somos.
Perdida va la seña de los pasos que dimos,
silente está la voz entre sonidos,
ajena está la luz, burdo el sentido.

Apenas de promesas nos vestimos,
el mundo es un fulgor,
rumor, olvido,
el mundo nunca fue,
nunca ha existido.


La profecía Maya  nos pone a descifrar lo indescifrable y nos permite comprender que nada comprendemos.

Feliz el escultor de calendarios, que buriló misterios en la fría solidez del litio, y tuvo la fortaleza suficiente para golpear, con guijarros perdidos, la estólida suficiencia del hombre cibernético.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 21.05.11

miércoles, 18 de mayo de 2011

El veto a los indignos.




En el extraño mundo de Subuso al que está reducida la política colombiana nadie explica el éxito arrollador de los corruptos.

Los censurados por la sociedad, los de comportamientos chuecos, los que hace pocos años llegaron ligeros de chequera a cargos públicos, y ahora muestran músculo financiero insospechado para atornillarse en el control de presupuestos y burocracia, sencillamente desconciertan.

Al ciudadano corriente, desprevenido, que no tiene recorrido en política y sólo exhibe su condición de observador ciudadano, le es imposible comprender que la indisciplina social, el desorden gubernamental, el escándalo comunitario produzcan tan excelentes rendimientos.

La vida licenciosa de tanto cínico ganador genera inquietudes y suscita interrogantes insolubles a la hora del tinto.

Sí, porque los colombianos ingenuos entrenamos dialéctica cuando nos encontramos en el café, y desde allí disparamos al arco con lo mejor de nuestro repertorio conceptual, pero así no arreglamos ni mejoramos el caótico estado de la cosa pública.

Eso sucede porque sólo opinamos en privado y no nos esforzamos por tener auditorio, en cambio los corruptos sí que lo tienen.

Nosotros tenemos la obligación de encontrar soluciones,  necesitamos poner coto a semejante desbarajuste institucional, pero, mucho cuidado, la pasividad y el silencio no consiguen votos, la disciplina pura, el ejercicio permanente del buen decir, el esfuerzo diario en el trajín de la razón, lo inasible del sentido común nos tiene domeñados, amaestrados, ejercitados en el  cumplimiento del deber electoral, aunque totalmente derrotados en la escogencia de lo que conviene a la sociedad.

En conclusión, como mansos corderos asistimos a las urnas, casi que llegamos a la mesa de votación con el tarjetón marcado, tan mal influenciados vamos que somos incapaces de marcar al correcto. A diario nos enseñan  y siempre nos recuerdan que las denuncias e investigaciones por fraudes, peculados y despilfarros atribuidos a los corruptos, son meras calumnias de la oposición.

Como actuamos de buena fe, como creemos en la sabiduría y racionalidad de la democracia, terminamos admitiendo las mentiras que nos dicen, resultamos repitiendo esas mentiras, y en el momento de votar, con nuestra propia mano metemos las mentiras en la urna.

De ninguna otra manera puede explicarse que sabiendo quienes nos roban, conociendo a los que nos engañan, teniendo identificados a los que hicieron de la política no un método para mejor gobernar, sino un mecanismo expedito para ordeñar, exprimir y vaciar las cajas oficiales, resultemos  dejando repetir a los que nunca  debieron llegar.

La estrategia es participar, la táctica es avanzar. Lo aconsejable es defender en público nuestros principios y valores, lo permitido es impedir que la vulgar caterva de falsarios infiltrada en la labor legislativa, socave la norma constitucional y enlode la dignidad del pueblo.

Impidamos la burla a los entes de control y de investigación, rechacemos el contubernio con la delincuencia y el terror.

El orden y el decoro son nuestra responsabilidad y los vamos a restablecer ejerciendo el derecho ciudadano de vetar a los indignos. Esa es nuestra tarea política durante todo el proceso electoral.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 18.05.11

martes, 10 de mayo de 2011

Extradición y gobernabilidad.

La delincuencia organizada siempre  ha mantenido excelentes relaciones con los gobiernos.

Gobiernos de todos los continentes y líderes de todas las razas, han sostenido  amistades mafiosas y contubernios bandidescos.

Las guerras del opio, el tabaco, el alcohol y los metales preciosos, los astutos intercambios de esmeraldas, coltán, uranio y coca  por armas, el maquillaje de operaciones financieras ilícitas,  y los movimientos bursátiles raros, son aristas del gran diamante que encomenderos, cambistas, usureros, piratas, monarcas y presidentes  han tallando en silencio desde siempre.

Las luchas ancestrales  por el control de territorios insulares en El Mediterráneo, las grandes caravanas  y los intercambios navieros entre Oriente y  Occidente,  los juramentos de lealtad, la mutilación de falanges y los estrambóticos tatuajes de nipones fieles a la Yakusa, integran el aberrante expediente de saqueos, desplazamientos y exterminios que la humanidad ha escrito con el dolor de muchos, para empoderamiento  y beneficio de pocos.

Colombia no es ajena al carrusel de la historia. Aquí los triques han ido y han venido. Los viejos retenes de aduanas, dependencia del Ministerio de Hacienda, eran la ilegalidad legalizada. Los traquetos de entonces simplemente se ponían el uniforme de Aduanas y estaban listos para medrar en los negocios internacionales. Por allá, en puertos y puestos aduaneros, se gestó  la colecta mafiosa que eligió Presidente, que inmortalizó a la "Monita Retrechera", que condujo al auge de los carteles criminales y a  la más extraordinaria desestabilización del Estado.

Aterra ahora que la extradición, figura diseñada para luchar contra criminales internacionales, pero no para renunciar a competencias definidas por nuestras leyes,  se siga utilizando mañosamente como instrumento de control político, como elemento estabilizador de relaciones internacionales y como engranaje propulsor de gobernabilidad.

La extradición de "El Turco" a Venezuela, cuando apenas comienza la investigación de la Farcpolítica, donde estaba llamado a ser testigo estrella, merece debate que no perezca bajo mantos de olvido.

Wallid Mackled no debió ser extraditado a Venezuela,  tampoco  a Estados Unidos.

Un personaje conocedor de las entrañas del complot contra Colombia, cercano a los apoyos financieros que Chávez ofrecía a las Farc,  conocedor  de los contactos "diplomáticos"  de la guerrilla colombiana con los presidentes de Venezuela y Ecuador, debió juzgarse en Colombia por crímenes tan graves como los considerados para extraditarlo.

El delincuente internacional  Wallid Mackled está sindicado de dar muerte  al peligroso bandido de nacionalidad colombiana Wilber Alirio Varela, alias "Jabón", quien residía en Venezuela y allí asentaba sus operaciones delictivas.

Mackled,  quien conoce los intríngulis negociales  de Chávez con las Farc, a las que el mandatario venezolano ha favorecido y permitido exportaciones de droga  y les ha facilitado triangulaciones financieras internacionales sobre los componentes droga, petróleo y armas, debió ser juzgado en Colombia por delitos que atentan contra nuestro Régimen Constitucional y Legal y contra la Seguridad Pública,  por Tráfico de Estupefacientes,  por Lavado de Activos,  y por Homicidio  agotado en  un connacional nuestro. Con mayor razón cuando la captura se produjo en  Colombia, cuyos jueces tienen plena competencia para juzgarlo.

Coletilla. ¿Quién nos  podrá explicar la inocultable vinculación de personas, con apellidos de origen italiano, a casi todas las componendas corruptas  de los últimos años en Colombia?

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 10.05.11

viernes, 6 de mayo de 2011

Mensaje saludable.

Sin aspavientos, con la natural simplicidad y la concreción conceptual que caracteriza a la buena academia, se realizó certamen político que las élites políticas ignoraron.
Jóvenes interesados en construir futuro, en dignificar la actividad política, en recordar la más pura razón del ser social, que es el trabajo solidario por el bien común, le dieron al Cauca excelente lección de lo que debe hacerse para destrabar el retorcido engranaje en que está convertida la administración de lo público en Colombia.
Sin sabores ni colores de partido, sin carga demagógica, sin palabrería altisonante, amenazante o conflictiva, nos trajeron  saludable mensaje que el  debate electoral necesita.
Compromiso ciudadano, servicio a la comunidad, conocimiento y comprensión de necesidades básicas insatisfechas, preparación racional para la acción, sentido de pertenencia,  aniquilamiento de empresitas electoreras,  mente, corazón y conciencia para enaltecer al ser humano  como piedra angular de la estructura social, son algunos de los pilares en que debe anclarse la política del futuro.
Esto apenas comienza, pero bien, con extraordinaria dosis juvenil y con vocación de permanencia en la batalla por nuestra enferma democracia.
Gentes de todas las esquinas del Departamento, estudiantes comprometidos en las luchas de la inteligencia, candidatos a investiduras de elección popular y personas comunes y corrientes que en silencio construyen tejido social, participaron en el Seminario Alta Gerencia Política en Campañas Electorales, que tuvo como sede el Auditorio Cámara de Comercio.
Ojalá el mensaje y el ejemplo  cundan, quiera Dios que nuestros ilustres congresistas, nuestros connotados burócratas, nuestros eximios figurones públicos, tomen nota de las necesidades que apremian al pueblo que los encumbra, bienvenidos sean sus esfuerzos por  reconducir al Cauca hacia las cimas que la historia le tuvo señaladas, premiada sea su renuncia al enriquecimiento desmedido, y  al ambicioso impulso por amañar la contratación pública en detrimento del interés colectivo.
El esfuerzo de esos jóvenes organizadores del certamen, que contra viento y marea  remaron desde los endebles trazos de la idea hasta la concreción del evento, su magnífica demostración de capacidad para pensar en grande, reconfortan nuestra fe en un mejor destino para todos, pero fundamentalmente para esas nuevas generaciones que exhiben su garra, su valentía y su fuerza para luchar por un ideal.
Esos valientes cultivadores de la utopía, sagaces empresarios del bien, promisorios  arquitectos de castillos éticos, de mansiones morales, de espacios superiores para el debate civilizado y la crítica constructiva, esos naturales abanderados del progreso y de la virtud, merecen nuestro aplauso.  A ellos deseamos éxitos en la moderna quijotada  de formar líderes para la democracia, en estos tiempos en que ese principio constitucional agoniza.
Qué bueno que la juventud quiera jugarse en la búsqueda de la verdad, afirmar el  componente humanitario de la política, fortalecer legítimos nuevos caminos para la convivencia pacífica, y demarcar civilizados escenarios de emprendimiento, distintos a los de violencias generadas por quienes nunca valoraron las bondades de estos territorios, y olvidaron el mandato Divino de amarnos como hermanos.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 06.05.11

martes, 3 de mayo de 2011

La rectitud.

Una sola nota discordante rompe los embelesos del concierto.

A fuerza de reprimendas aprendimos el concepto universal de rectitud. Eran los tiempos de padres severos e intransigentes que manejaban bien la zanahoria y el garrote, que no se acobardaban ante lágrimas de cocodrilo, ni retrocedían ante lo que interpretaban como el deber social de formar ciudadanos de valía.

Después se armó la podrida, como grita la milonga, y el panorama nacional tomó los aires de un bailongo en el que cada quien va por lo suyo aunque no sea suyo.

Dolor... tristeza... desconcierto... dura  fatalidad que amilana y destroza.

Los choros que nos estrujan no tienen derecho a pretender respaldos, solidaridades, votos, encargos ni dignidades.

La gayola los espera y a ella debemos conducirlos.

Nosotros, los que creemos en un mañana mejor, los que siempre estuvimos en la escuela del respeto, de la dignidad, del acatamiento a la norma, los que aprendimos el profundo significado de la corrección y el noble alcance de la solidaridad, quienes bebimos lecciones de humildad y caridad, los que desde niños aprendimos a caminar en el inagotable universo de la equidad y la justicia social, no podemos consentir ni promover los actos de cetrería que ciertos demagogos auspician desde sus directorios aclimatados para el saqueo.

La escandalosa partija de recursos propios del sector agrícola que pararon en bolsillos de la realeza criolla, de palmeros improvisados, de arroceros millonarios, de inescrupulosos depredadores del dinero común. La piratería desatada contra los fondos de la salud pública, que ahora incrementa la terrible agonía de los desposeídos y  en la que el Cauca escribió su capitulo especial. Los imperdonables carruseles en  la contratación de obras públicas, donde el control fiscal y la interventoría técnica se diluyen en los basureros de las empresas fachada. El asalto desvergonzado a los fondos constituidos para la protección del menor, de los presupuestos asignados para la defensa y conservación de fauna y flora, y de los dineros destinados a resarcir el dolor de las víctimas de la violencia, son golpes de vileza que los colombianos debemos castigar.

Este juego lo definimos nosotros, estamos en el punto de penalty, debemos poner la bola en el ángulo inalcanzable, necesitamos chutar con maestría y con ganas para marcar distancia y derrotar la triquiñuela, vamos a desmantelar la corrupción, queremos erradicar el peculado y el soborno.

Esta vez los bandidos de cuello blanco no podrán levantar los espurios  trofeos que  nuestra indiferencia les ha  permitido coleccionar en tramposos armazones  de pretendido liderazgo.

Ahora la nota discordante somos nosotros. Vamos a romperle el embeleso a los que nos creyeron sordos, a los que nos imaginaron mudos, a los que se apropiaron de la batuta ciudadana en su torcido convencimiento de alcanzar la meta última, el gran logro, la perfecta satisfacción.

De ahora en adelante les  marcaremos el paso, escogeremos la partitura, interpretaremos nuestra propia versión a nuestro gusto y conforme a nuestras exigencias, esta vez el concierto lo daremos nosotros.

Llegó el momento de votar por la honradez, de rehacer los caminos de la rectitud y de entregar a la nuevas generaciones, con verdadero orgullo de patriotas, la posta del crecimiento social, del desarrollo comunitario, del emprendimiento cívico, del bien común en toda su infinita significación teleológica, aunque con el sabor amargo de haber permitido que muchos de nuestros coetáneos la enlodaran.

El fuero interior de nuestras  conciencias reclama los cauces aprendidos y jamás olvidados.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 03.05.11