sábado, 24 de noviembre de 2012

Sumario



No es hora de llorar. El año se nos escapa como el viento entre los dedos. Homicidios, desplazamientos y fraudes  fueron los protagonistas mediáticos, y los mecanismos rápidos para acceder a riquezas insultantes. Colombia naufraga en su soberanía de papel.

Todos conspiran contra el Estado de Derecho y él conspira contra todos. Las denominadas minorías, al tratar de salirse con la suya, fraguan triquiñuelas para desmontar lo ético, lo natural y lo lógico, y  deliran despeinadas ante la voz tajante de la verdad incontrovertible.

Las altas esferas de la juridicidad, constituidas para defender la substancia y la forma, optan por desconocer el cauce histórico de la rectitud y prebendan a sus cuadros ante la mirada atónita del país que quiere soñar destinos superiores. La libertad de prensa y de opinión sufren el embate de togados prepotentes y del  mandatario faltón.

Se nos dice que somos algo más de lo que ciertamente somos y, por ese camino, se nos prometen paraísos de hielo brutalmente desleídos ante el rayo fulminante de la perversidad transnacional disfrazada de Temis.

Al margen de la guerra y al calor antillano, entre euforias de Bacardí y humarazos de tabaco habanero, a fuego lento se cocina la sumisión ante el verdugo, y se soporta el embate dialéctico que pretende legislar para revolucionar sin castigo.

El futuro se enmarca entre perdones descastados, amnistías humillantes, indultos inconcebibles y olvidos criminales. Todo un mar de impunidad, como para refrendar nostalgias del mar perdido.

La salud, la  justicia, la educación, la seguridad, emergen fantasmales, como estatuas de sal, tras la desobediencia de los privilegiados frente al imperativo categórico  del bien común.

Por entre los lapsos de cordura  aflora la insania mental de una patria que fue grande y continental, sumergida ahora en la indefinición de sus limitadas esperanzas subregionales.

El distanciamiento de castas empoderadas, su desconocimiento de las verdades que torturan la entraña del proletariado judicial famélico e ignorado, propician el estancamiento de una justicia que, sin ser modelo, por lo menos da pasos lentos para contener el atronador imperio de la criminalidad incrustada en el ser nacional.

El cese fue la única salida no violenta que tuvieron a mano los obreros de la jurisprudencia, para reclamar con razón el salario que justamente corresponde a quienes, lejos del ampuloso aparato central, se internan en los esteros y transitan las trochas milenarias de cordilleras y planicies para que las leyes ignotas mantengan vigencia y cumplan la función de restablecer equilibrios.

La Colombia de hoy no puede ser la del mañana. Las campanas de la dignidad repican con el arrebatamiento propio de un pueblo infinitamente superior a sus dirigentes.

Coletilla: Con alma y corazón dispuestos para enfrentar las bravuconadas de quienes pretenden arrinconarnos, anticipadamente se les da a los apreciados lectores de esta columna el abrazo fraterno de navidad y año nuevo, con infinita fe de encontrar, al regreso, tanto el espacio periodístico como la solidaridad de quienes han fortalecido nuestra insistencia para divulgar la importancia de mirar al derecho, como reza el lema de  http://donquijotepuntocom.blogspot.com/

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 24.11.12

martes, 13 de noviembre de 2012

No va más



Parece que a los diálogos de Cuba no se llegó mediante la concertación seria de una agenda limpia, que propicie su franco agotamiento sin obstáculos ni patrañas.

Los iniciales desajustes para  que los delegados coincidieran en Oslo,  la exótica petición para que el prisionero Simón Trinidad participe físicamente, la inclusión tardía aunque no sorpresiva de la extraditable holandesa, la  distancia sideral  entre el discurso programático del doctor Humberto de La Calle y la arenga revoltosa de Márquez, más la avispada pretensión  de que a los guerrilleros, todos con procesos y condenas criminales vigentes, se les levantaran las ordenes de captura de manera  general e incondicional,  nos indican que muchos aspectos esenciales del trámite quedaron sueltos, a manera de comodines que la cuadrilla tirará sobre el mantel conforme al ritmo que su juego requiera.

Se agrega a ello la dilación de cuatro días para  abordar el primer tema, el de la tierra, afirmando la necesidad de abrirle espacios a cierta participación ciudadana.

Para decir lo menos, resulta inusual semejante indeterminación metódica en un conversatorio con tanto significado  político, porque en el previo acuerdo del método se jugaba el futuro del diálogo. No digamos que de la paz, puesto que aún es temprano para hablar de tan altruista resultado.

Si así pinta la cosa, no pinta bien, y no sería raro que a los acuerdos inicialmente bosquejados, que sólo eso serán hasta cuando todo quede acordado, se les quiera modificar en posteriores bosquejos de acuerdo sobre temas subsiguientes, y allí entraríamos, entrarían los confundidos negociadores, en una tirantez de nunca acabar, de esas que históricamente sólo se solucionaban con dictatoriales encerronas, pero que el señor Santos sólo podrá resolver parándose de la mesa.

Difícil y lamentable situación la del mandatario colombiano, que tanto predicó sobre el momento oportuno y las condiciones ideales para exhibir el mágico artilugio, su llave de la paz, que, como por artes de magia, ahora guarda un coronel venezolano.

Queda demostrado aquí el tradicional peligro de las malas compañías y las peores amistades.

El presidente de Colombia está entrampado en Cuba, en manos de quienes no debió caer, extraviado en el laberinto de sus egoísmos, sometido a las presiones de un vecindario nada confiable, con toda la carne puesta sobre un horno crematorio de donde difícilmente podrá rescatar presa buena.

Claro que los colombianos le deseamos suerte, es nuestra propia suerte la que se arriesga en esta ruleta rusa. Claro que soñamos con la paz de la que tantos hablan pero que ninguno conoce, aunque lejos están las realizaciones del deseo.

La improvisación demostrada, así nos digan que la charla se hizo extensa, nos pone en  posición de desventaja ante unos tahúres mañosos, desconsiderados y vesánicos, para quienes la cuenta del tiempo no existe, a quienes nadie espera en casa, y que sólo anhelan hacer saltar la banca para recoger toda la apuesta.

Ese destino nacional nuestro, por muchos imaginado prometedor y esplendoroso, quedó expuesto a la  compulsión enfermiza de un jugador que resolvió apostarlo todo  en una sola entrada.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán 13.11.12

jueves, 1 de noviembre de 2012

¿Propósitos de paz?



Duele hurgar la herida. Molesta recordar el error que conduce al horror. Perturba pensar en la irresponsabilidad civica,  e inédita insolidaridad social, del gobernante que abandona el mandato recibido del pueblo para entregarlo gratis al procaz enemigo de todas las horas.

Colombia no tenía en sus cuentas este tú a tú con la perversa horda solevada contra la institucionalidad. La historia reciente, tampoco la lontana, no registran trampa similar a la urdida por “Judas”, como atinadamente denominan en el ciberespacio al señor Juan Manuel Santos.

Ofende a la población pensante que un burócrata de carrera, a quien distintos expresidentes durante sus mandatos honraron como persona de confianza, una vez ungido como mandatario nacional acudiera al desventurado recurso de ejecutar una agenda extraña para los electores que lo encumbraron, y absolutamente inconveniente para el momento que vivía el país, cuando el pueblo triunfó pero perdió las posiciones victoriosamente conquistadas en el conflicto plantado por el terrorismo puro.

Duele, perturba, molesta y ofende porque, durante más de un siglo, nuestros antepasados y nosotros, en medio de todas sus guerras y de todos nuestros traumas, creímos de veras que la democracia se personificaba en nuestros gobernantes, excluida la breve noche de dictadura del General Rojas, que rápidamente fue derrocado por verdaderos prohombres de la civilidad, de todas las tendencias y partidos políticos, hermanados para eliminar la brutalidad que silenciaba la prensa libre, clausuraba los entes constitucionales establecidos para el debate político, entronizaba el nepotismo al interior del palacio gubernamental, y saqueaba las arcas públicas.

Estamos ahora a las puertas de la tiranía. El señor Presidente se molesta con los periodistas y  hace silenciar sus espacios de opinión, los oficinistas del poder disfrazan la realidad nacional, algunos medios no mencionan protuberantes acontecimientos violentos que menguan la imagen del ejecutivo, y que resaltan la connatural hipocresía  exhibida por esa asociación transnacional, enriquecida en el mercado de narcóticos, que ahora se apresta a sustituir las normas que nos rigen por otras de su particular satisfacción.

Nos encontramos en  terreno movedizo que puede desquiciar la juridicidad, y trocar la organización legal en vulgar andamiaje para prebendar antisociales. La negociación personal que el mandatario nacional ha ido adelantando con “Timoshenko” y su combo, al mejor estilo samperista, a espaldas de la ciudadanía, puede ser la defenestración irreversible de un orden constitucional forjado a ritmo de sacrificios dolorosos, y edificado sobre disciplinas espartanas, que permitieron mantener a raya la siniestra embestida de proyectos anárquicos, siempre impertinentes, y decididamente ajenos a nuestro ser nacional.

La sociedad colombiana debe apersonarse del haber patrio y actuar sin dobleces ni claudicaciones en la conquista de una solución digna, que conduzca a la paz, pero que salvaguarde  los valores culturales, proteja el sistema  punitivo,  y respete incuestionablemente el preámbulo del ordenamiento constitucional y los principios fundamentales del Estado.

La alevosía de la contraparte, su total irrespeto a la vida y a la integridad de la población civil, la atrocidad de los métodos utilizados para arrasar la infancia, como acaba de suceder en Pradera, reflejan los peligros que afrontamos.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 01.11.12