domingo, 5 de mayo de 2013

Angustia existencial



 Otear los horizontes que lo circundan,  cultivar los espacios en que quisiera dejar huellas, rememorar  aciertos y fracasos, son los recursos ancestrales  de que se vale el ser humano para rectificar rumbos, precaver desvaríos y afianzar su existencia terrena.
 Siempre se debe recordar que la especie pervive porque otros ya hicieron los caminos  y que es falacia considerar el presente como la única posesión vital del hombre.
 Sólo los pregoneros de la desesperanza, desentendidos de las construcciones culturales del pasado y despojados de toda ilusión, se atrincheran en una cierta ineptitud prospectiva y se proclaman inútiles para moldear el porvenir.
 Claro que los esfuerzos de transformación;  los anhelos de progreso, los intentos de ascenso, los deseos de alcanzar superiores condiciones de vida, las inquietudes naturales para transitar a la excelencia;  no se pueden catalogar como patrimonio de ninguna élite ni privilegio de ninguna corriente del pensamiento, son atributos consustanciales del ente social diversamente manifestados a lo largo de los tiempos.
 Actitud y aptitud para trascender es lo que siempre ha caracterizado al ser humano.
 Entonces ningún sector de la comunidad nacional se puede acobardar ante los avances del desvalor, nadie debe presentir el agotamiento de las luchas, ni dar por concluida la misión histórica de batallar para conquistar ideales.
 Los desenfrenos que ahora se viven, los potajes venenosos que se cocinan, las revoluciones que se instigan para desestructurar los fundamentos constitucionales de esta patria que nos cobija, no tienen arraigo en el espíritu nacional, y no pueden desequilibrar el sentido de permanencia que nos identifica como nación aunque arrecien los ataques contra la institucionalidad.
 En las convicciones de la sociedad colombiana no encaja la idea de respaldar el aborto, casi que como método de planificación familiar, pues que así lo suelen practicar al margen de cualquier consideración ética  o al invocar falsamente  la justificación científica de proteger la salud y vida de la madre. Y el tema se oscurece más cuando, en algunos casos,  padres y compañeros sentimentales de las mujeres embarazadas inducen al personal médico, mediante amenazas a veces, a practicar la maniobra abortiva innecesaria.
 Ni cabe en las costumbres nacionales la alocada tendencia de legalizar matrimonios entre parejas homosexuales,  y mucho menos concederles a tales parejas la opción legal de adoptar menores huérfanos, abandonados o  en situación de riesgo. Esas parejas, simples conjunciones erótica, estériles  e incompatibles  con la función perpetuadora de la especie humana, en nada se asemejan a la institución familiar como célula fundamental del cuerpo social.
 Tampoco puede suceder que la pandilla de Tirofijo, envalentonada y arrogantona en las comodidades de La Habana, se haga al poder, obtenga impunidad, y  lave su inconmensurable fortuna  sin pagar un día de cárcel y sin reparar a las víctimas de su violencia narcoterrorista.
 Estas y otras cuestiones, que comprometen el honor y la dignidad de los colombianos,   no  las podrán ahogar en mermelada, ni las vamos a dejar al azar de reformas constitucionales amañadas.
 Es necesario elegir legisladores que defiendan ideas para que los jueces no gobiernen a golpes de jurisprudencia.
 Miguel Antonio Velasco Cuevas
 Popayán, abril de 2013