domingo, 27 de marzo de 2016

La despedida




 Mal le ha ido a Colombia con los Fiscales Generales de la Nación. Y la falla no es de la harto deformada Constitución del 91, sino de la maldita politiquería, y de la corrupción atrincherada en la rama judicial del poder, convertida hoy  en altavoz de nefandos intereses, en apéndice servil, en grotesca parodia que mancilla la ciencia del derecho y los fines superiores de la justicia.

 No es suficiente que las instituciones y las funciones a ellas atribuidas propendan por el mantenimiento de nobles equilibrios sociales, económicos y políticos. Es necesario que quienes a ellas llegan para dirigirlas, estructurarlas y operarlas, piensen en servirlas y honrarlas, en aprestigiarlas y fortalecerlas, en blindarlas como centros de autoridad, y como concreciones de la majestad de la República.

 Flacos favores le hizo este saliente fiscal Montealegre al Estado social de derecho, a la República unitaria y democrática, y a la prevalencia del interés general, que es de lo que nos habla la Norma Fundamental.

 A él, como a casi todos sus antecesores, lo inspiraron mezquinos intereses individuales y turbadores sesgos ideológicos, respetables tal vez, pero pésimos compañeros del equilibrado investigador y del imparcial administrador de justicia que la investidura demanda.

 La torpe arrogancia de que hace gala; la minusvalía política en que declara al pueblo, que es la base indiscutible del poder y sustento real de la civilidad; la impúdica contratación a que se dedicó; el insano poderío burocrático que ostentó;  el ánimo pendenciero y retador, el tono amenazante, y sus malos intentos de convocatoria a la desobediencia, contrastan tristemente con su ostensible ineptitud para esclarecer aterradores hechos punibles que afectan la subsistencia del Estado y el clima de serena convivencia nacional.

 La parsimonia institucional para investigar crímenes de la farcpolítica, y el negro parche profesional de Saludcoop, empequeñecen la imagen del jurista que el país reclamaba como Fiscal, y alargan la tenebrosa sombra del tinterillo indolente que con olvidos anestesia la sensibilidad de las victimas, y por  jugosos honorarios asesora en la burla de los enfermos.

 Ideal sería que al codiciado cargo aspiren  personas que vengan de la Academia y tengan como meta regresar a ella. Que quienes consientan  que los incluyan en la terna sepan que no son relleno ni compinches de una elección amañada, que tengan suficiencia jurídica para servir a la patria y a la sociedad con rectitud, equidad y sabiduría.  Es necesario, casi indispensable, que el elegido no salga de oscuros  conciliábulos aburguesados, ni de directorios, ni de sindicatos judiciales, o de convenios burocráticos con el legislativo, con el ejecutivo, o con la Corte que lo elige.

 Colombia necesita un Fiscal General de la Nación intelectualmente formado en las canteras del derecho penal, que traiga el alma despojada de rencillas políticas, figuraciones publicitarias,  maquinaciones contractuales, ambiciones electorales y apetitos diplomáticos, que juegue su prestigio y su honor en guarda del debido proceso, de la lealtad probatoria, del derecho a la defensa de imputados y acusados, y de los ineludibles derechos de las víctimas de todas las violencias a recibir justa y oportuna reparación.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 27.03.16     

sábado, 19 de marzo de 2016

Discurso de las siete plagas




 No le faltan azotes y burlas a la tierra colombiana.

 Tal como en la antigua historia bíblica de los egipcios, en plena contemporaneidad, sobre el atribulado país que nuestros ancestros libertaron, refugio que heredamos y legaremos a la propia descendencia, se arremolinan terribles versiones verbalmente corregidas y genéticamente mejoradas de las siete plagas.

 Multitud de legisladores que no tienen capacidad o aptitud, faltos de talento, que por su naturaleza o por decisión de su voluntad no son capaces de hacer algo bien hecho, pululan en todos los niveles políticos con el gracioso encargo de hacer lo que no pueden. Primera plaga: los incapaces discurren orondos  entre la élite dominante.

 Personajillos necios, no aptos a propósito para algo, devengan, viatican y figuran en gerencias,  juntas, y comisiones encargadas de salvaguardar fundamentales intereses de la patria. Por entre las alcantarillas dejan fluir densas y oleosas mezclas de hidrocarburos extraídos de la tierra prometida. Segunda plaga: Los ineptos medran dentro de presidencias y direcciones en empresas e industrias estatales.

 Unos que no hacen lo que de ellos se desea y espera, los dormilones del éxodo, roncan y rugen en sus escritorios mientras se aproximan las tormentas, pero se reinstalan en la placidez cuando la tempestad aparentemente amaina. Tercera plaga: los ineficientes que generan esperanzas e imponen racionamientos, lánguidamente atribuyen a la naturaleza el adverso resultado de sus negligencias.

 Individuos que adoptan decisiones importantes sin ninguna meditación, aparecen a cargo de los más preciados intereses nacionales y disponen de ellos como el que libremente gasta sus propias monedas. Malgastan los talentos que el pueblo les confía. Cuarta plaga: la irresponsabilidad sonríe perversa mientras corroe, saquea  y subasta el común patrimonio de los débiles.

 Togados que sentencian en contra de la equidad, malvados e injustos, desatienden el lastimero clamor de los atropellados y refrenan el recto cumplimiento de su función constitucional. Quinta plaga: los inicuos, arrellanados en las mullidas alturas de sus cátedras, lejos de impartir justicia,  gobiernan y desgobiernan con el mazo magistral de oscuras veleidades.

 Algunos no temen peligros fronterizos y obran sin reflexión, ayunos de praxis y legos en teoría asumen delicados encargos temerariamente amparados en inciertas posibilidades de ganancia o pérdida. A tumbos y bastonazos disfrutan las mieles contractuales porque tienen la convicción de que nadie reclamará perjuicios nacidos de su impericia. Sexta plaga: los intrépidos navegan en el mar de la sapiencia sin distinguir los meridianos que separan el continente de las islas.

 Forajidos que no tienen inquietudes de conciencia sobre la bondad o maldad de sus acciones, que nunca miran desde la atalaya moral, malignos mercenarios a quienes la inexactitud del proyectil y el error en el blanco no los  atormenta, falaces pregoneros que equiparan lo ético con lo ridículo, presuntos iluminados en quienes una deidad puso sus complacencias, anuncian rescatar al rebaño de cabritos extraviados. Séptima plaga: los inescrupulosos levitan ante esta adormecida nación incircuncisa que espera ver lobos pariendo corderos.

En esta semana crucial –cuando de los acuerdos pueden surgir resultados opuestos-, que de  las plagas nos libere el Señor.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 19.03.16

domingo, 13 de marzo de 2016

Presidente cautivo




 Audio guerrillero publicado por RCN, no desmentido,  deja claro que no fue Santos quien autónomamente pospuso fecha límite fijada por él para firmar el documento del laxo simposio habanero.

 “Timochenko” y sus muchachos, mediante amenaza de intensificar la acostumbrada pedagogía explosiva, fueron quienes resolvieron no fotografiarse con Obama como testigo, y obligaron al cautivo Presidente de los colombianos a olvidarse del 23 de marzo.

 No le jalan a rubricar ningún documento porque el proyecto político del grupo irregular no es entregar las armas, ni ubicarse en mínimos espacios territoriales en donde queden expuestos a la vigilancia de las tropas oficiales y de los verificadores del cumplimiento de lo pactado. Tampoco creen que el reducido y unilateral plebiscito les facilite sus verdaderas aspiraciones. Ellos van por el poder.

 Lo dicen los guerrilleros: “…el documento nos vuelve la discusión al primer día”.  Así se oye en el audio, transmitido a quienes en el monte acatan lineamientos y reciben instrucciones para accionar los fierros cuando la mesa se reviente.

 Patina la finalización del conflicto y queda gravemente enfermo el orden público en todo el territorio nacional.

 No es secreto que las huestes irregulares mantienen sus confortables campamentos, sus incrementados cultivos ilícitos  y sus modernos laboratorios coqueros, y que el banderín con que ocasionalmente se identifican poco cuenta. Para la chusma que cumple ordenes, mata soldados y policías, revienta artefactos no convencionales, impide el libre tránsito de civiles  y ejerce controles  armados  sobre corredores estratégicos, da lo mismo ataviarse con la boina del “Cura Pérez” que con la toalla de “Tirofijo”.

 Al país le mienten todos los días, y le mienten los mismos. Miente Santos porque anuncia como suya una supuesta determinación de no precipitarse a firmar, cuando el aplazamiento obedece a la negativa de la contraparte guerrillera, por la desconfianza que le genera el gobierno; mienten los negociadores guerrilleros porque su interés radica en mantener zonas de influencia armada en donde siempre la han tenido, y ganar espacios en donde no han podido tenerla; miente y enreda Montealegre  porque, apropiándose sospechosas funciones, ya con la bota en el estribo, solicita a la Corte Constitucional declarar inconstitucional lo que positivamente lo es, el plebiscito, pero no por interés de preservar la vigencia de la Constitución, sino por hacerle la segunda al grupo armado, que exige una Constituyente para volver a barajar y repartir de nuevo.

 Lo que indudablemente saben los  guerrilleros es que el plebiscito no transforma radicalmente el establecimiento, cuando lo que ellos buscan es sustituirlo, y  que el triunfo del voto afirmativo simplemente aprobaría unos  acuerdos  que pueden incumplirse por esta oligarquía que “no aprende”, ¿los sucesores de Santos?

Vale un pequeño ejemplo por si dudas quedan sobre el  deportivo proceder de los delegados gubernamentales: en el diario  “El Tiempo” del pasado domingo, “Timo” cuenta que el compromiso “de palabra” con el gobierno era no hacer uso de cabeceras municipales, y que Conejo es un corregimiento. Al pobre cautivo le tocó hablar de unos protocolos incumplidos, protocolos inexistentes, porque sus pupilos nunca los habían concertado con la guerrilla.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 13.03.16