Los colombianos debemos aprender que la construcción del futuro es empresa de todos.
Cada vez que los medios mencionan un suceso lamentable aparecen personas de todas las creencias, tendencias y procedencias, interesadas en demarcar responsabilidades que las excluyen a ellas.
Es como si Colombia tuviera una franja ciudadana activa y otra receptiva, una especie de lago tranquilo en el que habitan unos durmientes indefensos a quienes deben proteger unos centinelas permanentes.
Y así, cuando la guerrilla destruye y asesina, cuando el narcotráfico corrompe y aniquila, cuando las bandas organizadas extorsionan y desplazan, cuando ciertos vivarachos de la burocracia esculcan las arcas estatales y se apropian de los dineros del pueblo, gimen y se desgreñan las plañideras del limbo reclamando paz, sosiego, transparencia, tierras, indemnizaciones, auxilios, recursos, ventajas, prebendas, gabelas y toda suerte de consideraciones especiales, a cargo del Estado, del Gobierno y de la sociedad, con el rebuscado argumento de no tener velas en ese entierro.
Esa es costumbre que no debemos prohijar. Los nacionales colombianos, todos, somos responsables de todo y de todos.
Nuestro celo por preservar la paz y la democracia, la salud y la educación, el desarrollo sostenible y la optimización de la actividad agrícola, los mínimos de seguridad, los parámetros de confiabilidad institucional, la fortaleza de nuestra raza colombiana como fenómeno colectivo respetable ante la comunidad de naciones y nuestra dinámica empresarial para el crecimiento económico y social, son actividades de responsabilidad conjunta, tareas que nos comprometen y nos obligan a todos en todo el territorio nacional.
La grandeza de una estirpe libertaria como la nuestra, que ha trasegado sin descanso contra toda suerte de saqueos, epidemias, vejaciones, latrocionios, aniquilaciones y vandalajes nos exije, a los sobrevivientes de ahora y a los supervivientes del mañana, mantener viva la antorcha de la dignidad como herencia inextinguible de todas las luchas y sacrificios rendidos en el altar de la Patria por quienes pusieron en nuestras manos las banderas de la autonomía nacional y la autoridad constitucional.
Estamos comprometidos a forjar entre todos unas estructuras sociales dinámicas, actuantes, constructivas, que nos permitan defender la calidad de socios aportantes a la riqueza nacional. No podemos mantener y alimentar la desvergonzada tendencia mendicante de unos ciudadanos especiales que aspiran a mantener su enfermiza titularidad de derechos sin sentir y honrar la recíproca exigibilidad de sus obligaciones.
Ahora, cuando muchos salen a que les den, pero ninguno a dar, asumamos el compromiso de enseñar y de cumplir, de predicar y practicar, de adoctrinar y ejemplarizar, para marcar derroteros inspirados en la acción del conglomerado y no en la mendicidad de los avispados.
Las próximas elecciones son una buena oportunidad para marcar diferencias y establecer exigencias de aporte contra gratuitos reclamos de disfrute.
Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 20.03.11