domingo, 20 de marzo de 2011

Todos somos responsables.

Los colombianos debemos aprender que la construcción del futuro es empresa de todos.
Cada vez que los medios mencionan  un suceso lamentable aparecen personas de todas las creencias, tendencias y procedencias, interesadas en demarcar responsabilidades que las excluyen a ellas.
Es como si Colombia tuviera una franja ciudadana  activa y otra receptiva, una especie de lago tranquilo en el que habitan unos durmientes indefensos a quienes deben proteger unos centinelas permanentes.
Y así, cuando la guerrilla destruye y asesina, cuando el narcotráfico corrompe y aniquila, cuando las bandas organizadas extorsionan y desplazan, cuando ciertos vivarachos de la burocracia esculcan las arcas estatales y se apropian de los dineros del pueblo, gimen y se desgreñan las plañideras del limbo reclamando paz, sosiego, transparencia, tierras, indemnizaciones, auxilios, recursos, ventajas, prebendas, gabelas y toda suerte de consideraciones especiales, a cargo del Estado, del Gobierno y de la sociedad, con el rebuscado argumento de no tener velas en ese entierro.
Esa es costumbre que no debemos prohijar. Los nacionales colombianos, todos, somos responsables de todo y de todos.
Nuestro celo por preservar la paz y la democracia, la salud y la educación, el desarrollo sostenible y la optimización de la actividad agrícola, los mínimos de seguridad, los parámetros de confiabilidad institucional, la fortaleza de nuestra raza colombiana como fenómeno colectivo respetable ante la comunidad de naciones y nuestra dinámica empresarial para el crecimiento económico y social, son actividades de responsabilidad conjunta,  tareas que nos comprometen y nos obligan a todos en todo el territorio nacional.
La grandeza de una estirpe libertaria como la nuestra, que ha trasegado sin descanso contra toda suerte de saqueos, epidemias, vejaciones, latrocionios, aniquilaciones y vandalajes nos exije, a los sobrevivientes de ahora y a los supervivientes del mañana, mantener viva la antorcha de la dignidad como herencia inextinguible de todas las luchas y sacrificios rendidos en el altar de la Patria por quienes pusieron en nuestras manos las banderas de la  autonomía nacional y la autoridad constitucional. 
Estamos comprometidos a forjar entre todos unas estructuras sociales dinámicas, actuantes, constructivas, que nos permitan defender la calidad de socios aportantes a la riqueza nacional. No podemos mantener y alimentar la desvergonzada tendencia mendicante de unos ciudadanos especiales que aspiran a mantener su enfermiza titularidad de derechos sin  sentir y honrar la recíproca exigibilidad de sus obligaciones.
Ahora, cuando muchos salen a que les den, pero ninguno a dar, asumamos el compromiso de enseñar y de cumplir, de predicar y practicar, de adoctrinar y ejemplarizar, para marcar derroteros inspirados en la acción del conglomerado y no en la mendicidad de los avispados.
Las próximas elecciones son una buena oportunidad para marcar diferencias y establecer exigencias de aporte contra gratuitos reclamos de disfrute.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 20.03.11