domingo, 7 de febrero de 2016

¿Habrá futuro?




 Actual polémica bogotana sobre ampliación de la frontera urbana en terrenos incluidos dentro de la reserva forestal Thomas van der Hammen, que aparenta moverse más por  motivaciones políticas que ambientales, pues se dice que no afectaría humedales, sirve para reforzar la idea de actualizar, en el Cauca, y a la larga en todo el país, detallado levantamiento topográfico, con propósitos de conservación, que demarque con honrada exactitud todos los cuerpos de agua, llámense páramos, lagunas, humedales, ríos o quebradas, y los espacios aledaños cubiertos por bosques naturales, algunos verdaderamente primarios, que sustentan la existencia de la riqueza hídrica nacional.

 Expertos en tales temas, antes que involucrarse en la defensa de intereses individuales, pueden aportar en estos tiempos de pavorosa sequía, y en todos los tiempos cuando los peligros de arrasamiento total desaparezcan.

 Todavía tenemos espacio, mediante la educación y el ejercicio de controles incorruptibles, para concientizar a quienes ignoran la vital importancia del medio ambiente sano, y a quienes a rajatabla intentan destruir disminuidos recursos naturales sobrevivientes.

 Si el Estado, representado por corporaciones regionales clientelistas, continúa desinteresado en conocer a profundidad la cabal extensión de los ecosistemas que necesitan protección urgente, corremos el riesgo de perder invaluables especies de fauna y flora no recuperables.

 La dramática advertencia de Yuval Noah Harari, novísimo profeta de los abismos que nuestra especie ha construido en atropellada carrera hacia su deificación, no debe pasar desapercibida, ni puede ser ignorada por quienes dominan el mercado de las máquinas inteligentes y de temibles instrumentos de guerra, mucho menos por quienes tuvimos la fortuna de conocer especies ya extinguidas, y tenemos la obligación de preservar lo que queda, para el disfrute y satisfacción de quienes puedan sucedernos.

 En su libro "De animales a Dioses", el joven historiador nos muestra la siniestra huella que el homo sapiens ha dejado impresa en los más remotos rincones del planeta, y sin ambages nos advierte sobre el peligro que somos:  "La primera oleada de extinción, que acompañó a la expansión de los cazadores-recolectores, fue seguida por la segunda oleada de extinción, que acompañó la expansión de los agricultores, y nos proporciona una importante perspectiva sobre la tercera oleada de extinción, que la actividad industrial está causando en la actualidad. No crea el lector a los ecologistas sentimentales que afirman que nuestros antepasados vivían en armonía con la naturaleza. Mucho antes de la revolución industrial, Homo sapiens ostentaba el récord entre todos los organismos por provocar la extinción del mayor número de especies de plantas y animales. Poseemos la dudosa distinción de ser la especie más mortífera en los anales de la biología."  (-Breve historia de la humanidad-, Penguin Random House Grupo Editorial, Debate, 2015).

 Al evocar mi infancia añoro esos maestros que enseñaban a plantar árboles, y vivo la alegría de comprobar que algunas de mis siembras permanecen incólumes. "Plantemos nuevos árboles, la tierra nos convida, plantando cantaremos los himnos de la vida ...", así  comenzaba un poema publicado en "El nuevo lector colombiano", bello libro que mi madre nos leía en las tardes de invierno.



Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 07.02.16