Actual polémica bogotana sobre ampliación de
la frontera urbana en terrenos incluidos dentro de la reserva forestal Thomas
van der Hammen, que aparenta moverse más por motivaciones políticas que ambientales, pues
se dice que no afectaría humedales, sirve para reforzar la idea de actualizar,
en el Cauca, y a la larga en todo el país, detallado levantamiento topográfico,
con propósitos de conservación, que demarque con honrada exactitud todos los
cuerpos de agua, llámense páramos, lagunas, humedales, ríos o quebradas, y los
espacios aledaños cubiertos por bosques naturales, algunos verdaderamente
primarios, que sustentan la existencia de la riqueza hídrica nacional.
Expertos en tales temas, antes que
involucrarse en la defensa de intereses individuales, pueden aportar en estos
tiempos de pavorosa sequía, y en todos los tiempos cuando los peligros de
arrasamiento total desaparezcan.
Todavía tenemos espacio, mediante la educación
y el ejercicio de controles incorruptibles, para concientizar a quienes ignoran
la vital importancia del medio ambiente sano, y a quienes a rajatabla intentan destruir
disminuidos recursos naturales sobrevivientes.
Si el Estado, representado por corporaciones
regionales clientelistas, continúa desinteresado en conocer a profundidad la
cabal extensión de los ecosistemas que necesitan protección urgente, corremos
el riesgo de perder invaluables especies de fauna y flora no recuperables.
La dramática advertencia de Yuval Noah Harari,
novísimo profeta de los abismos que nuestra especie ha construido en
atropellada carrera hacia su deificación, no debe pasar desapercibida, ni puede
ser ignorada por quienes dominan el mercado de las máquinas inteligentes y de
temibles instrumentos de guerra, mucho menos por quienes tuvimos la fortuna de
conocer especies ya extinguidas, y tenemos la obligación de preservar lo que
queda, para el disfrute y satisfacción de quienes puedan sucedernos.
En su libro "De animales a Dioses", el
joven historiador nos muestra la siniestra huella que el homo sapiens ha dejado
impresa en los más remotos rincones del planeta, y sin ambages nos advierte
sobre el peligro que somos: "La
primera oleada de extinción, que acompañó a la expansión de los
cazadores-recolectores, fue seguida por la segunda oleada de extinción, que
acompañó la expansión de los agricultores, y nos proporciona una importante
perspectiva sobre la tercera oleada de extinción, que la actividad industrial
está causando en la actualidad. No crea el lector a los ecologistas
sentimentales que afirman que nuestros antepasados vivían en armonía con la
naturaleza. Mucho antes de la revolución industrial, Homo sapiens ostentaba el
récord entre todos los organismos por provocar la extinción del mayor número de
especies de plantas y animales. Poseemos la dudosa distinción de ser la especie
más mortífera en los anales de la biología." (-Breve historia de la humanidad-, Penguin
Random House Grupo Editorial, Debate, 2015).
Al evocar mi infancia añoro esos maestros que enseñaban
a plantar árboles, y vivo la alegría de comprobar que algunas de mis siembras
permanecen incólumes. "Plantemos nuevos árboles, la tierra nos convida,
plantando cantaremos los himnos de la vida ...", así comenzaba un poema publicado en "El nuevo
lector colombiano", bello libro que mi madre nos leía en las tardes de
invierno.
Miguel Antonio Velasco
Cuevas
Popayán, 07.02.16