sábado, 7 de septiembre de 2013

Tambalea la democracia




 Definitivamente la casta política colombiana es perversa, tozuda e incorregible.

 Sufridas horas tormentosas en el vigente paro nacional campesino sin que se hayan estudiado ni solucionado a profundidad las justas peticiones de ese sector productivo,  y constatado el vertical  desplome del respaldo popular  a erráticas políticas del gobierno Santos, era de esperarse verídica corrección del rumbo.

 Pues no fue así y lo que resta de este gobierno será igual o peor, más que administrar remedio a la crisis institucional lo que se hizo fue incurrir en tenebrosos disparates que la agravan.

 El cese y los bloqueos agrarios persisten, y  en esas estaremos mientras no se afronte el fundamental problema de la pobreza campesina y mientras subsistan las adversidades para producir y competir.  Ya están anunciados nuevos paros de otros agricultores, maiceros y algodoneros, a quienes los ministerios de Hacienda y Agricultura les incumplieron recientes promesas.

 A nuestros campesinos les deben llegar completos los míseros subsidios que ahora se enredan y reducen  en tramas de intermediarios, y se les debe facilitar el crédito para adquirir maquinaria, insumos y semillas. Los costos financieros tendrán que reducirse para que las mayores utilidades vayan a las fuerzas de trabajo y no al cofre de los banqueros.

 Una vez más, para eterna memoria, queda comprobado que la estabilidad nacional, la vigencia del orden constitucional, el bien común, la equidad social y la justicia en su acepción sublime de “dar a cada quien lo que le corresponde”, simplemente resuenan como cajoneras promesas de campaña vendidas con engaño porque ninguno de los elegidos está dispuesto a concretarlas.

 El presidente de Colombia sólo lo es de una reducida cofradía de adeptos que disfruta las mieles, ahora melazas, del mal entendido poder político.

 No hizo el jugador un movimiento maestro. Todo se redujo a un vulgar enroque que lo limita y casi lo inmoviliza. Queda sobre el tablero la histórica constancia de su  infinita vulnerabilidad y una nueva expresión de  sometimiento, propia de su personalidad, a los grandes grupos económicos que van por la tierra y por toda suerte de recursos naturales, renovables y no renovables; y se hizo mucho más visible la indigna entrega al narcoterrorismo que ahora sí, definitivamente, tiene a su disposición y en pro de su impunidad a lo mas selecto de la paquidermia samperista.

 Colombia, con su tradicional fermento de vindictas y violencias, queda lista para largos  años de reacomodamiento mafioso, y para muchas desventuras políticas y sociales que temerariamente se agencian desde la Casa de Nariño.

 Como pueblo perdimos la oportunidad ideal para enderezar los torcidos rumbos que ha tomado la claudicante negociación habanera. La presente coyuntura nacional, propicia para enmendar errores y satisfacer necesidades populares, se utilizó en provecho de los armados y en manifiesto desmedro de los inermes.

 Una vez más nos dejaron en manos de la garosa oligarquía que todo lo consigue para sí.

 En el Cauca es evidente que las asignaciones testamentarias del  ocaso sólo mejoraron a los que pichonean el anda, y a los fervorosos alumbrantes no les legaron ni el moco.

Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 06.09.13