sábado, 11 de enero de 2014

Queremos otro cantar



 A quienes conservamos la creencia de que las leyes se hicieron para aplicarlas y cumplirlas en igualdad de condiciones, sin prebendas ni distingos, nos resulta sorprendente que Guillermo Enrique Torres Cuéter haya cambiado tan graciosamente de condición, al supuestamente salir del calabozo que merece para integrarse a la mesa habanera como negociador.

 Claro que el gobierno Santos, desde el primer día, mostró especiales afectos por los facinerosos que durante años han azotado con sus actos terroristas campos y ciudades colombianas, pero este es un paso mas complejo e incomprensible, porque implica redimir al vencido, o lo que es lo mismo, revivir al enemigo.

 De los otros negociadores por lo menos puede decirse que tuvieron la astucia indispensable para evitar la captura,  o hicieron los torcidos necesarios  para  que no se les capturara, y en eso los bandidos son expertos, pero en el caso de Torres  la situación es distinta, porque se supone que estaba capturado y solicitado en extradición para responder ante las autoridades colombianas por gravísimas acusaciones criminales como extorsión, homicidio agravado, secuestro y desaparición forzada, lesiones personales, reclutamiento ilícito de menores, narcotráfico y desplazamiento forzado con fines terroristas.

 Tales cargos demuestran que no es muy romántico el tal "Cantante", ni mucho menos respetuoso intérprete de lo derechos humanos.

 Curioso además que un elemento criminal de tan peligrosa índole abandone territorio venezolano  suscribiendo nota de gratitud por la solidaridad que allí se le ha brindado, y entone brindis con  espirituoso fermento que le ha hecho llegar su hermano Alí, muy seguramente Alí Rodríguez, ficha clave del oprobioso socialismo del siglo XXI que oprime a Venezuela.  A la larga queda duda sobre si ciertamente el camarada "Julián Conrado" estaba preso o simplemente gozaba de la protección de Maduro y sus compinches.

 La nueva pantomima circense no se aleja mucho de otra pirueta internacionalista, de esas que el madurismo y el santismo conjugan, en la que un delincuente vinculado a las andanzas narcotraficantes de la guerrilla colombiana, conocedor como ninguno de los negocios de esa guerrilla con el finado Chávez y de los trueques con armas y con coca, el tristemente recordado Walid Makled, en lugar de ser juzgado por la justicia colombiana como correspondía, terminó irregularmente extraditado, técnicamente entregado mediante oscura negociación a la tiranía chavista, de la que muy bien conoce reconditeces y entresijos.

 Es esta otra oportunidad para insistir en que los colombianos opositores del método Santos no somos enemigos de la paz, no rechazamos la implementación de mecanismos dignos y transparentes que conduzcan a ella, como ciudadanos de bien anhelamos el fortalecimiento de la justicia social y la implantación de una democracia representativa que interprete  los sueños de libertad, equidad y solidaridad,  pero no compartimos la impunidad,  el arrodillamiento, la humillación, el apocamiento de nuestras instituciones frente a una pandilla asesina que, desde Cuba, al amparo de inmerecida inmunidad,  prosigue al mando de hordas delincuenciales que extorsionan y destruyen poblaciones, asesinan civiles y militares, reclutan menores, desplazan campesinos,  procesan y trafican coca, mientras posan como redentores del pueblo que diariamente masacran.

Miguel Antonio Velasco Cuevas

Popayán, 11.01. 14