A quienes
conservamos la creencia de que las leyes se hicieron para aplicarlas y
cumplirlas en igualdad de condiciones, sin prebendas ni distingos, nos resulta
sorprendente que Guillermo Enrique Torres Cuéter haya cambiado tan
graciosamente de condición, al supuestamente salir del calabozo que merece para
integrarse a la mesa habanera como negociador.
Claro
que el gobierno Santos, desde el primer día, mostró especiales afectos por los
facinerosos que durante años han azotado con sus actos terroristas campos y ciudades
colombianas, pero este es un paso mas complejo e incomprensible, porque implica
redimir al vencido, o lo que es lo mismo, revivir al enemigo.
De los
otros negociadores por lo menos puede decirse que tuvieron la astucia
indispensable para evitar la captura, o
hicieron los torcidos necesarios para que
no se les capturara, y en eso los bandidos son expertos, pero en el caso de
Torres la situación es distinta, porque
se supone que estaba capturado y solicitado en extradición para responder ante
las autoridades colombianas por gravísimas acusaciones criminales como
extorsión, homicidio agravado, secuestro y desaparición forzada, lesiones
personales, reclutamiento ilícito de menores, narcotráfico y desplazamiento
forzado con fines terroristas.
Tales
cargos demuestran que no es muy romántico el tal "Cantante", ni mucho
menos respetuoso intérprete de lo derechos humanos.
Curioso
además que un elemento criminal de tan peligrosa índole abandone territorio
venezolano suscribiendo nota de gratitud
por la solidaridad que allí se le ha brindado, y entone brindis con espirituoso fermento que le ha hecho llegar
su hermano Alí, muy seguramente Alí Rodríguez, ficha clave del oprobioso
socialismo del siglo XXI que oprime a Venezuela. A la larga queda duda sobre si ciertamente el
camarada "Julián Conrado" estaba preso o simplemente gozaba de la
protección de Maduro y sus compinches.
La nueva
pantomima circense no se aleja mucho de otra pirueta internacionalista, de esas
que el madurismo y el santismo conjugan, en la que un delincuente vinculado a
las andanzas narcotraficantes de la guerrilla colombiana, conocedor como
ninguno de los negocios de esa guerrilla con el finado Chávez y de los trueques
con armas y con coca, el tristemente recordado Walid Makled, en lugar de ser
juzgado por la justicia colombiana como correspondía, terminó irregularmente
extraditado, técnicamente entregado mediante oscura negociación a la tiranía chavista,
de la que muy bien conoce reconditeces y entresijos.
Es esta
otra oportunidad para insistir en que los colombianos opositores del método
Santos no somos enemigos de la paz, no rechazamos la implementación de
mecanismos dignos y transparentes que conduzcan a ella, como ciudadanos de bien
anhelamos el fortalecimiento de la justicia social y la implantación de una
democracia representativa que interprete los sueños de libertad, equidad y solidaridad,
pero no compartimos la impunidad, el arrodillamiento, la humillación, el
apocamiento de nuestras instituciones frente a una pandilla asesina que, desde
Cuba, al amparo de inmerecida inmunidad,
prosigue al mando de hordas delincuenciales que extorsionan y destruyen
poblaciones, asesinan civiles y militares, reclutan menores, desplazan
campesinos, procesan y trafican coca,
mientras posan como redentores del pueblo que diariamente masacran.
Miguel Antonio Velasco Cuevas
Popayán, 11.01. 14